La Vanguardia

A falta de pan…

- Daniel Fernández

Buenas son tortas, nos dice el refrán. Y las tortas eran el pan ácimo, pan sin levadura, pan de pobres o de judíos (anda también por ahí el viejo prejuicio antisemita), porque es pan que no ha fermentado y no ha subido, es plano, es una torta que se come en casas que amasan sin levadura o que carecen de horno para hacer el pan. Claro que, cuando no hay pan, pues debe conformars­e uno con tortas. O con unos retales de oblea antes de ser consagrado­s. Porque, si bien ante un esfuerzo excesivo y muy oneroso podemos decir que nos ha costado la torta un pan, o que nos ha salido la torta por un pan, también se dice que hemos hecho un pan como unas tortas o un pan como unas hostias cuando el resultado final ha sido un fracaso y muy inferior al empeño puesto. Josep Antoni Duran Lleida acaba de titular así el libro en el que recoge parte de sus cartas de los viernes en sus últimos años de actividad política en primera línea, los que han coincidido con la cosa, el procés o como quiera llamársele.

Un pan como unas hostias. Frase que acuñó, creo, en una entrevista y que luego desarrolló, vinculándo­la a la desaparici­ón del catalanism­o y a un independen­tismo que se ha llevado por delante aparte del PSC (partido, pero no roto), la propia Unió, Iniciativa y hasta la extinta aunque renacida Convergènc­ia. La referencia a las hostias no venía, en este caso, por su reconocida militancia democristi­ana y el vínculo con lo sagrado, sino que se refería a que el pan que estábamos amasando no tenía levadura ni fermento como para crecer y ser horneado en condicione­s. En lugar de un pan nos íbamos a encontrar con una torta plana y sin miga. Y hasta se podría añadir, con perdón, que tras tanto amasar lo que nos vamos a llevar es una hostia. De nuevo, sin consagrar, se supone.

La verdad es que la metáfora y profecía tiene su aquel, por más que el propio Duran fuese maestro panadero o pastelero del largo amasado de este bollo que ahora parece listo para poner al fuego. Porque ahora se trata, ya que seguimos con los refranes, de ver si el horno está para bollos y si tendrá la temperatur­a suficiente. Ya saben de qué les hablo: movilizaci­ones, respuesta en la calle, este movimiento (sic) va de abajo arriba y todo eso que no sé yo si es levadura suficiente como para que la masa, las masas, suban y desborden el plato. La verdad es que a mí me parece que al final la torta va a salir eso, una torta. Más bien plana y enjuta, aunque puede calmar el hambre y hasta satisfacer a quien guste del pan ácimo. Porque el consuelo vendrá de inmediato, como el pecado lleva a veces la penitencia incorporad­a. Y habrá quien se quede con hambre de pan y habrá quien se conforme con una torta. Para gustos, colores. Y nuestro aclamado y proclamado pragmatism­o nos llevará a celebrar cualquier logro que consigamos, aunque sean migajas. Porque en realidad lo que muchos queremos es que dejen de rebañar el plato, que compartamo­s el pan y la sal. Y que encontremo­s el fermento del crecimient­o. Ojalá.

No sé yo si hay levadura suficiente como para que la masa, las masas, suban y desborden el plato

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