La Juve no apaga el Vesubio
El rival del Barça en la Champions empata en Nápoles en un ambiente muy hostil
Tarde o temprano tenía que ocurrir. Como Figo regresó al Camp Nou en octubre del 2000, algún día Higuaín tendría que volver al San Paolo, el estadio que pasó de adorarlo como ídolo a despreciarlo como traidor. Ese día fue ayer, nueve meses después del fichaje del argentino por el eterno rival del norte por 90 millones de euros. “A mí me tentaron y nunca caí, pero Higuaín se fue a espaldas de los tifosi”, ha venido pontificando Maradona. En Nápoles existen altares dedicados al Pelusa, y su compatriota Higuaín también los hubiera tenido –porque en tres años legó decenas de goles a los azzurri– si no hubiera sucumbido a la seducción de la elegante Vecchia Signora. Lo que le queda ahora es su imagen en los rollos de papel higiénico que se venden en los mercadillos de Nápoles con el lema Juve merda.
Massimiliano Allegri, que no anda precisamente necesitado de puntos en la Serie A, se permitió reservar a indispensables como Alves o Dybala con vistas a la recepción del Barcelona en Turín el día 11. Lemina, centrocampista de Gabón, fue titular por primera vez en casi seis meses. Pero no escondió a Higuaín, por mucho que haya sido ultrajado en carteles y mensajes difundidos por toda la ciudad. “Sucio y traicionero” o “sirviente del sistema” son algunos de los epítetos que se han dedicado públicamente al delantero argentino. No se lanzó una cabeza de cochinillo al terreno de juego, o el animal entero, entre otros motivos porque la pista de atletismo que lo circunda representa una dificultad insalvable para un escarnio de tal envergadura, pero la pitada de los casi 60.000 apasionados del San Paolo resultó ensordecedora desde el mismo instante del calentamiento. Nadie había dedicado mucho esfuerzo a enfriar los ánimos. “Al Pipita sólo le prepararía indiferencia”, hurgó el chef mediático del momento en Italia, el napolitano Antonio Cannavacciuolo.
Los entrenadores, Maurizio Sarri y Massimiliano Allegri, simbolizan perfectamente el antagonismo norte-sur en Italia. El primero viste y habla como si dirigiera un equipo de categoría territorial, en chándal y sin sutilezas. Deslizó que el Juventus recibe favores políticos y afirmó que él carece de delicadeza suficiente como para darle un abrazo a su antiguo goleador. Elegante, diplomático y algo altivo, Allegri rehuyó el dramatismo, al menos en lo que respecta al acomodado Juventus: “Para ellos es el partido de su vida; para nosotros, la normalidad”.
Cuando el equipo bianconero se adelantó en el minuto 7 con un gol de Khedira precedido de una pared con Pjanic, el nivel de decibelios del San Paolo no registró ningún descenso apreciable. En el desafío infinito, la hinchada napolitana dio aire al equipo. Mientras tanto, el rival del Barcelona en los cuartos de la Champions se entregó a una de las grandes tradiciones italianas: intentar conservar el resultado sin proponer nada más. Un decorado deprimente para las características de un capocannoniere como Higuaín, que acumula cinco partidos de liga sin marcar, y una invitación a la reacción napolitana. Al final de la primera parte, los locales merecieron premio con una jugada individual de Mertens desbaratada en última instancia por Buffon y una fabulosa penetración de Insigne entre Bonucci y Lichsteiner culminada con un remate mínimamente desviado.
En la reanudación, el Nápoles acentuó la verticalidad, mandó más, creó ocasiones y empató merecidamente con un gol de Hamsik, el futbolista que ha llenado el vacío dejado por Higuaín en los corazones napolitanos. El eslovaco envió a la escuadra de Buffon un preciso pase filtrado de Martens. Los locales siguieron predominando hasta el punto de que el líder terminó con la sensación de haber ganado un punto con el que conserva una ventaja de seis sobre el Roma y de diez sobre el Nápoles. Para un Barcelona óptimo, el Juventus es un adversario asequible. Y el miércoles volverá a consumirse en el partido de vuelta de la semifinal de la Coppa Italia. Juega con la ventaja (3-1) de la ida, pero el San Paolo volverá a estar en estado volcánico. Porque la Vecchia Signora vuelve a Nápoles.