Declaraciones bravas
ESPAÑA ha advertido que puede vetar un acuerdo comercial con Gibraltar (que ni siquiera existe) tras la salida del Reino Unido de la UE. El resultado de esta frase ha sido una cascada de declaraciones más propias de una comedia de los Monty Python que de políticos del Partido Conservador. Michael Howard, exlíder de los tories, se ha llevado la palma con esta amenaza: “Hace 35 años otra primera ministra envió a cruzar el mundo a sus fuerzas armadas por la libertad de un grupo de ciudadanos británicos en otro país de habla hispana”. A Howard, su médico de cabecera debería cambiarle las pastillas, porque le producen desconcierto. Entonces, la Junta Militar argentina invadió militarmente las Malvinas y, ahora, el Gobierno español se ha limitado a recordar que Gibraltar dejará de estar amparado por un socio de la UE cuando se consume el Brexit, así que cualquier acuerdo pasará por España. El ministro de Defensa, Michael Fallon, no bajó el suflé, al advertir que Londres haría todo lo que hiciera falta para proteger su colonia.
Downing Street está gestionando pésimamente el asunto de Gibraltar, en una demostración de la bisoñez de la primera ministra. La diputada laborista Emily Thornberry ha aconsejado a May que intente hacer amigos ante las difíciles negociaciones del Brexit y que se olvide de la verborrea inflamatoria. Ciertamente, los dirigentes conservadores parecen olvidar que el Reino Unido y España son socios de la OTAN e incluso que, si un día la flota británica decidiera un ataque a la costa andaluza, podría lastimar al casi millón de británicos con residencia en España que se tumban en sus playas.
Solo faltó que el periodista Ian Dunt, de Politics.co.uk, agitara las redes, en mitad de la refriega, diciendo que las patatas bravas son un plato sobrevalorado, poco más que chips con ketchup. Chicote, con más tino, le invitó a probarlas en su restaurante. Por el mismo precio que se traiga a Howard para que se relaje y se chupe los dedos.