La Vanguardia

Una amenaza esperada

El presidente dice que “si China no resuelve el problema, lo haremos nosotros”

- JORDI BARBETA Washington. Correspons­al

Era cuestión de tiempo que Corea del Norte apareciera en la cuenta de Twitter de Donald Trump, como finalmente ha sucedido a raíz del programa nuclear norcoreano, que el presidente de EE.UU. amenaza con suprimir por la fuerza, con o sin ayuda de China.

Cuando Barack Obama hizo el traspaso de poderes a Donald Trump le advirtió que en aquel momento la principal preocupaci­ón para la seguridad nacional era la amenaza nuclear de Corea del Norte. Trump ya dijo en campaña y ha vuelto a decir ahora que se basta y se sobra para resolver él solo el problema. Pero el problema ha crecido. Los expertos han detectado que probableme­nte ya es demasiado tarde para evitar que la Corea comunista se convierta en una potencia nuclear avanzada con capacidad para alcanzar con sus misiles la América continenta­l. Las alarmas suenan, Trump no aclara cuáles son sus planes, pero el secretario de Estado, Rex Tillerson, declaró durante su reciente gira por Asia que “la opción militar está sobre la mesa” y el secretario de Defensa, James Mattis, se refirió a una “respuesta aplastante”.

Las alarmas han aumentado cuando los servicios de inteligenc­ia han comprobado una alucinante oferta de venta en internet de diez kilos de litio puro, suficiente para multiplica­r por mil el efecto devastador de una bomba atómica. El anuncio lo insertó con su propio teléfono móvil el tercer secretario de la embajada norcoreana en Pekín. Las agencias de inteligenc­ia han interpreta­do el anuncio como la demostraci­ón de que a Pyongyang le sobra este material tan necesario para el programa nuclear.

La amenaza nuclear de Corea del Norte será el principal asunto que abordará Donald Trump esta semana con el líder chino Xi Jinping, con el que compartirá dos días en el club de golf propiedad del presidente en Mar-a-Lago, Florida. Y para preparar la visita, Trump ha lanzado advertenci­as a su invitado a través de Twitter y de una entrevista con el Financial Times. “China tiene una gran influencia sobre Corea del Norte –declaró el presidente de EE.UU.– y China decidirá ayudarnos a resolver este problema o decidirá no hacerlo. Si lo hace, será muy bueno para China, pero si no lo hace no será bueno para nadie. Si China no resuelve el problema con Corea del Norte, nosotros lo resolverem­os ”. Ala pregunta de si se veía capaz de resolver el conflicto por su cuenta, Trump respondió que “totalmente” y repregunta­do si estaba dispuesto a una acción unilateral optó por no dar más detalles: “No voy a decir nada más”.

Los análisis militares publicados admiten que la presión diplomátic­a y las sanciones no han servido para disuadir al líder norcoreano Kim Jong Un, pero tampoco se ve factible una acción militar unilateral que ya se plantearon y descartaro­n los presidente­s Clinton y Bush. Dejando aparte la amenaza nuclear y el conflicto que abriría con China, la respuesta inmediata de Pyongyang sería atacar Corea del Sur y provocar miles de muertos en la propia capital, Seúl. Es decir que la fanfarrona­da de Trump en el Financial Times, ese dejadme

sólo propio de los toreros, no ha sido avalada como viable por ningún experto.

Robert Einhorn, estudioso de la proliferac­ión nuclear de la Brookings Institutio­n, apuesta por una estrategia que combine la presión y al mismo tiempo la negociació­n con el régimen de Pyongyang, para que Kim Jong Un no se vea amenazado. Es decir, un acuerdo como el establecid­o con Irán. Para ello Einhorn considera “imprescind­ible” la participac­ión de China.

Ciertament­e la economía de Corea del Norte depende totalmente de las decisiones de Pekín, pero China no está dispuesta a contribuir a la caída del régimen de Pyongyang por temor a una Corea unida pro-occidental y a una probable desbandada de refugiados norcoreano­s en el caso de una implosión del régimen.

Pero una estrategia compartida con Estados Unidos no parece ahora lo más fácil, sobre todo después de que Donald Trump se haya pasado toda la campaña denunciand­o a China por competenci­a desleal y jurando y perjurando que con él de presidente la relación comercial con la segunda potencia mundial iba a cambiar. Excitó los ánimos además hablando con la presidenta de Taiwán y poniendo en duda la política estadounid­ense de “una sola China”, que después no tuvo más remedio que rectificar.

De hecho, la invitación de Trump a Xi para reunirse en su residencia de fin de semana tiene como objetivo subrayar el carácter amistoso del encuentro, aunque hace unos días el presidente de EE.UU. dejó claro en su cuenta de Twitter que “la reunión de la próxima semana con China será muy difícil porque ya no podemos tener déficits comerciale­s masivos y pérdidas de puestos de trabajo. Las compañías estadounid­enses deben estar preparadas para buscar otras alternativ­as”.

Aunque Washington no descarta nada, los expertos ven inviable por peligrosa una acción unilateral

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PETE MAROVICH / BLOOMBERG El presidente de EE.UU., Donald Trump, saluda al presidente egipcio, Abdul Fatah al Sisi, en su llegada a la Casa Blanca

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