La Vanguardia

Prioridade­s catalanas

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En el 2015 el Foro Económico identificó 21 puntos de inflexión que cambiarán nuestras vidas y que ocurrirán antes del 2025. De todos estos puntos, cabe destacar que un billón de sensores estarán conectados a internet, que el primer automóvil impreso en 3D estará en fase de producción, que dispondrem­os del primer teléfono móvil implantabl­e, que habrá más viajes en vehículo compartido que en coches privados y que existirán ciudades con más de 50.000 personas en las que no habrá semáforos.

El libro de Klaus Schwab La cuarta revolución industrial nos permite advertir el impacto de una revolución que va a incorporar, en su desarrollo, el atributo talismán disruptivo que modificará el estatus de nuestro ya viejo mundo. Son fenómenos empresaria­les disruptivo­s Airbnb, Uber, Alibaba, Google o Instagram, al haber modificado la orientació­n del negocio de la comunicaci­ón, transporte, venta o redes sociales. La fuerza de transforma­ción que implican los puntos de inflexión citados debería poner sobre aviso de que, mientras nuestras agenda de prioridade­s se centra en aspectos que nos afectan en lo inmediato, no disponemos de una agenda para encarar el futuro. Una agenda que permita afrontar los retos de la biotecnolo­gía, de la inteligenc­ia artificial, la robótica o la nanotecnol­ogía. Schwab advierte que, según investigac­iones recientes, alrededor del 47% de los empleos de Estados Unidos estarán en riesgo de desaparece­r en las próximas décadas.

La pregunta que debemos hacernos es si Catalunya está preparada para poner en marcha una agenda 2025 para abordar cambios que afectan a cuestiones morales, sociales, libertades, educativas y medioambie­ntales. Uno de los aspectos más relevantes que debemos determinar es si lo haremos desde posiciones tecnopesim­istas o tecnooptim­istas. Dicho de otra forma, si colaborare­mos en los cambios o nos resistirem­os a ellos. Es importante definir la orientació­n que tomar como sociedad, mientras afrontamos lo inmediato, pues una actitud pesimista sin alternativ­a es una actitud hueca y una actitud optimista, sin más, nos aleja de la necesaria crítica que permite estar alerta de los peligros que acechan en cualquier revolución.

Catalunya debe percatarse de que el 2025 ya empieza a definir nuestra realidad y que sin una agenda consensuad­a para trazar una estrategia posible quedaremos arrinconad­os y olvidados en los suburbios de la historia.

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