Un restaurante en Marte
La creatividad y la innovación se pueden aprender, pero no se pueden enseñar. Necesitan disciplina y reglas, pero se quedan en eso si, tras llegar a dominarlas, no te las saltas hasta darles la vuelta para empezar a jugar otro juego.
El presidente de la Fundació La Caixa, Jaume Giró, quiso ponerlas anoche al clasificar las innovaciones en incrementales y disruptivas y habló de Benz y de Ford para presentar al vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras y a Ferran Adrià, para que, moderados por Jordi Basté, debatieran sobre creatividad e innovación en CosmoCaixa.
Adrià se las saltó y en el minuto 30 de la charla, Basté –con todo su inconmensurable oficio– apenas había podido deslizar dos preguntas así que el vicepresidente Junqueras, aunque comenzó advirtiendo que su cargo le obligaba a medir sus palabras, contraatacó aportando sus lecturas sobre evolución y adaptación: los tigres dientes de sable dominaron su medio en su etapa evolutiva, pero la especie de los gatitos que al principio huía de ellos les ha sobrevivido.
Adrià recordó que era profesor de Harvard –que tiene más premios Nobel, ¿valen? que toda Europa junta– y con su inimitable voz cazallosa y dicción poligonera fue repasando con afán didáctico su propia experiencia.
Evocó cómo hasta los friegaplatos eran creativos en El Bulli, porque es un contrasentido crear departamentos de I+D en las empresas, ya que toda la empresa debe de ser creativa y “si hace falta fregar platos –remachó– aquí los friega hasta el chef”.
De ahí que le pareciera ridículo que el dueño de un negocio se comprara un pedazo de coche “para aparcarlo frente al restaurante” y que todos lo vieran y luego les diera una charla a los empleados de que había que seguir sacrificándose y trabajando juntos.
Aseguró que en el mundo, había “mucho, mucho dinero”... , a lo que el vicepresidente y conseller de Economia pudo responder con ironía que “eso no estaba tan claro”. Junqueras se preguntó por qué en un país en un momento determinado aparecen genios como Gaudí, Granados o Albéniz en una combinación de talento colectivo y genio individual.
Adrià desarrolló después, sin citarla, la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner para recomendar que nos especializáramos en aquello que se nos da mejor. Y si Catalunya es una potencia turística y el turismo, gracias en buena parte a nuestro saber hacer gastronómico, nos da el 12% del PIB, ¿por qué no seguir convirtiendo sin complejos a nuestros restaurantes en uno de nuestros ejes de creatividad e innovación?
La creatividad no es un arrebato, concluyó, sino un sacerdocio, una actitud cotidiana. Y entonces confesó que viniendo hacia CosmoCaixa había pensado –y no bromeaba– en poner un restaurante en Marte. El vicepresidente y Basté le dedicaron en aquel punto una mirada tierna.
Adrià reclamó para los chefs catalanes el mérito de haber sido los que más veces habían ocupado las portadas de las grandes revistas y diarios universales y de que el aceite de oliva catalán estuviera en los escaparates de Nueva York, pero para entonces ya había devorado gran parte de la hora y cuarto de debate y todos necesitábamos una larga y relajada digestión.
Junqueras recordó que los gatitos habían sobrevivido en la evolución a los tigres dientes de sable