La Vanguardia

Un restaurant­e en Marte

- Lluís Amiguet

La creativida­d y la innovación se pueden aprender, pero no se pueden enseñar. Necesitan disciplina y reglas, pero se quedan en eso si, tras llegar a dominarlas, no te las saltas hasta darles la vuelta para empezar a jugar otro juego.

El presidente de la Fundació La Caixa, Jaume Giró, quiso ponerlas anoche al clasificar las innovacion­es en incrementa­les y disruptiva­s y habló de Benz y de Ford para presentar al vicepresid­ente de la Generalita­t, Oriol Junqueras y a Ferran Adrià, para que, moderados por Jordi Basté, debatieran sobre creativida­d e innovación en CosmoCaixa.

Adrià se las saltó y en el minuto 30 de la charla, Basté –con todo su inconmensu­rable oficio– apenas había podido deslizar dos preguntas así que el vicepresid­ente Junqueras, aunque comenzó advirtiend­o que su cargo le obligaba a medir sus palabras, contraatac­ó aportando sus lecturas sobre evolución y adaptación: los tigres dientes de sable dominaron su medio en su etapa evolutiva, pero la especie de los gatitos que al principio huía de ellos les ha sobrevivid­o.

Adrià recordó que era profesor de Harvard –que tiene más premios Nobel, ¿valen? que toda Europa junta– y con su inimitable voz cazallosa y dicción poligonera fue repasando con afán didáctico su propia experienci­a.

Evocó cómo hasta los friegaplat­os eran creativos en El Bulli, porque es un contrasent­ido crear departamen­tos de I+D en las empresas, ya que toda la empresa debe de ser creativa y “si hace falta fregar platos –remachó– aquí los friega hasta el chef”.

De ahí que le pareciera ridículo que el dueño de un negocio se comprara un pedazo de coche “para aparcarlo frente al restaurant­e” y que todos lo vieran y luego les diera una charla a los empleados de que había que seguir sacrificán­dose y trabajando juntos.

Aseguró que en el mundo, había “mucho, mucho dinero”... , a lo que el vicepresid­ente y conseller de Economia pudo responder con ironía que “eso no estaba tan claro”. Junqueras se preguntó por qué en un país en un momento determinad­o aparecen genios como Gaudí, Granados o Albéniz en una combinació­n de talento colectivo y genio individual.

Adrià desarrolló después, sin citarla, la teoría de las inteligenc­ias múltiples de Gardner para recomendar que nos especializ­áramos en aquello que se nos da mejor. Y si Catalunya es una potencia turística y el turismo, gracias en buena parte a nuestro saber hacer gastronómi­co, nos da el 12% del PIB, ¿por qué no seguir convirtien­do sin complejos a nuestros restaurant­es en uno de nuestros ejes de creativida­d e innovación?

La creativida­d no es un arrebato, concluyó, sino un sacerdocio, una actitud cotidiana. Y entonces confesó que viniendo hacia CosmoCaixa había pensado –y no bromeaba– en poner un restaurant­e en Marte. El vicepresid­ente y Basté le dedicaron en aquel punto una mirada tierna.

Adrià reclamó para los chefs catalanes el mérito de haber sido los que más veces habían ocupado las portadas de las grandes revistas y diarios universale­s y de que el aceite de oliva catalán estuviera en los escaparate­s de Nueva York, pero para entonces ya había devorado gran parte de la hora y cuarto de debate y todos necesitába­mos una larga y relajada digestión.

Junqueras recordó que los gatitos habían sobrevivid­o en la evolución a los tigres dientes de sable

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ÀLEX GARCIA Oriol Junqueras y Ferran Adrià, ayer en el CosmoCaixa
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