La Vanguardia

Una canción de rap para Martí

La labor de Punt de Referència, una oenegé que une a jóvenes extutelado­s con mentores para facilitar su emancipaci­ón

- ROSA M. BOSCH Barcelona

Mustapha! ¡Nunca me habías dicho que hacías rap!” “Lo siento, Martí, es que quería darte una sorpresa... Siempre estoy escribiend­o sobre mi experienci­a, sobre lo que he vivido y lo que espero... De que se puede ser feliz sin dinero... De hecho, ese es el título de mi última canción”.

El diálogo entre Mustapha y Martí se desarrolla en la sede de Punt de Referència, la asociación sin ánimo de lucro del Raval que hace 18 años emprendió un programa para poner en contacto a jóvenes extutelado­s con voluntario­s que les acompañan en su camino hacia la emancipaci­ón. Mustapha Zaidy, de 19 años, y Martí Mateu, de 60, forman una de estas parejas desde el 2015.

Mustapha cuenta a Martí que un promotor finlandés podría grabar un disco con sus temas, que si el plan prospera una de las canciones se la dedicará a él. Acto seguido coge el móvil y pone su música. Martí escucha fascinado.

Mustapha, un chico tímido al que de entrada cuesta sacarle las palabras, es una caja de sorpresas. Martí conocía su afición al fútbol, hasta el año pasado jugaba en los juveniles del Atlètic Masnou, pero nada sabía de su vis rapera. Con el rap expresa el periplo que inició a los 17 años, al tener que dejar su país y separarse de su familia, su etapa en un centro tutelado, su fugaz paso por la universida­d...

“Yo soy de Serekunda, la principal ciudad de Gambia. Allí acabé el bachillera­to. Por problemas políticos, tuvimos que marchar. Mi madre está en Dakar, mis dos hermanas en Sudáfrica y a mí me compraron un pasaje de avión a Barcelona. Yo no quería venir solo”, recuerda Mustapha, muy serio y con la cabeza baja.

Hasta los 18 estuvo en un centro tutelado en el Paral·lel y al alcanzar la mayoría de edad se trasladó a un piso asistido en Teià de la Fundació Santa Rosalia, que comparte con otro chico. Sin tener ningún familiar ni referente aduldos to cerca, Mustapha accedió a la propuesta de Punt de Referència de iniciar una relación de mentoría con Martí, un prejubilad­o de banca de El Masnou.

La figura del mentor cobra especial relevancia con jóvenes en riesgo de exclusión pues tienen más necesidad de seguridad, de confiar en alguien, y también de contar con una red social que les puede ayudar a la hora de encontrar trabajo o de realizar actividade­s de ocio, destaca Rita Grané, directora de Punt de Referència. “Martí no es sólo mi mentor, él representa mi zona de confort y de relax. Es la única persona de aquí con la que tengo confianza, me ha ayudado en muchas cosas, lo veo como a un padre”. Pero los comienzos no fueron fáciles debido a la cerrazón de Mustapha. “Sí, soy así. Cuando estaba en el centro tutelado no hablaba con nadie, me cuesta coger confianza”, admite.

Punt de Referència pide a los voluntario­s el compromiso de dedicar a los jóvenes un mínimo de horas a la semana durante seis meses, periodo de tiempo durante el cual la entidad hace un seguimient­o intensivo de cómo evoluciona la relación. El 65% de las parejas sigue viéndose una vez finalizada esta etapa, como Martí y Mustapha.

Mustapha vivía en el seno de una familia acomodada. Su padre, educado en Gran Bretaña y Pakistán, trabajaba en el Ministerio de Agricultur­a gambiano y era un respetado imán de su comunidad, igual que el abuelo. Por razones políticas tuvieron que huir de Gambia cuando su padre ya había fallecido. La marcha los dividió, aunque Mustapha mantiene contacto telefónico semanal con sus dos hermanas y con su madre.

Mustapha solicitó el asilo y en los múltiples trámites que ha tenido que realizar le ha acompañado Martí. “Primero íbamos juntos a hacer gestiones, para el permiso de residencia... Me conozco todas las comisarías de la zona. También salimos a pasear por la playa, por el parque de la Serralada Litoral, Barcelona...” .

Mustapha concluyó el bachillera­to en inglés, su lengua materna, aunque también habla el fula, el wólof, el mandinga y el jola. “Yo quería estudiar Relaciones Internacio­nales, era un sueño. Empecé en la UNED, pero tuve que dejarlo porque no entendía el castellano que utilizaban”, lamenta. En el centro se apuntó a cursos de jardinería, de limpieza industrial y, con la Fundació Exit, de atención al cliente. Hace un mes consiguió un empleo en el hospital de Badalona como mozo de almacén. “No es el trabajo de mi vida, pero estoy contento pues ahora puedo ahorrar para tener algo de dinero el año que viene, cuando se me acaben las ayudas y me independic­e”.

Martí y Mustapha suelen verse los fines de semana, algunas veces con toda la familia. “La próxima vez será el día 10 para celebrar el cumpleaños de Mustapha en una Escape Room, con mi mujer, mis hijos y sus parejas. Tardamos al menos seis meses en coger confianza y al principio sentía desazón, tenía dudas de si lo estaba haciendo bien. Pero ahora estoy orgulloso, pienso que lo he conseguido y me he apuntado para ser mentor de los refugiados”.

DE GAMBIA A BARCELONA A los 17 años ingresó en un centro tutelado y a los 18 se trasladó a un piso asistido en Teià

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ROSER VILALLONGA Mustapha y Martí en la playa de El Masnou, uno de sus puntos de encuentro habituales

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