La Vanguardia

El colmo del háztelo tú mismo

- Quim Monzó

Todos los que hayan pasado por el aprieto de tener que encargarse de los trámites para enterrar o incinerar a un pariente saben hasta qué punto son desmesurad­os los precios del proceso mortuorio. Lo que más sorprende a algunas personas es el coste de los ataúdes, que pueden llegar a valer entre seteciento­s y cuatro mil euros (o más), unos ataúdes que están destinados a pudrirse bajo tierra o en un nicho, o desaparece­r en poco rato devorados por las llamas en un crematorio.

Por este motivo (y porque vio una buena posibilida­d de negocio), un señor de Alcobendas, en Madrid, diseñó uno que está hecho a base de cartón y celulosa. “Sin barnices, pinturas, tintas, herrajes ni cualquier otro material contaminan­te”, explica a El Confidenci­al. Un ataúd biodegrada­ble que pesa nueve kilos, que es fácil de montar y de transporta­r y que sólo cuesta 100 euros. El hombre se llama Javier Ferrándiz y su féretro, RestGreen. Se puede utilizar en cremacione­s pero también en entierros. Resulta evidente que entre pagar cien euros o pagar cuatro mil (o tres mil, o mil) muchas personas optarían por la opción del señor de Alcobendas, no porque aprecien poco al difunto, sino porque probableme­nte el mismo muerto considerar­ía que gastarse tanto dinero innecesari­o es una burrada.

Pero Javier Ferrándiz tiene un problema. Puede vender su ataúd en toda España menos en las comunidade­s de Madrid y Castilla y León. Hace años que este veto dura. Según la denuncia que presentó hace dos años ante la Fiscalía Anticorrup­ción, “Madrid ha denegado la homologaci­ón, aparenteme­nte sin motivación ni fundamenta­ción legal alguna y en contradicc­ión con el propio Ministerio de Sanidad”, que sí lo ha homologado. Y pasándose por el forro dos informes técnicos favorables. Mientras tanto, su ataúd ha sido pirateado en otros países. No hay que ser muy conspirano­ico para intuir que en Madrid y en Castilla y León hay una conjura de las funerarias para evitar que ese ataúd entre en el mercado y reviente los precios exorbitant­es que ellas hacen pagar.

Así las cosas, sólo se me ocurre una solución para tener ataúdes baratos. Hacértelos tú mismo mientras todavía estás vivo. Es lo que predica una organizaci­ón sin ánimo de lucro de Nueva Zelanda, The Coffin Club, que ayuda a sus miembros a diseñar y construir ellos mismos las cajas a las que irán a parar una vez muertos. La fundaron hace siete años y ahora tiene ramas parecidas por el mundo entero. Se reúnen un día de la semana y se ayudan unos a otros para montarlos. El precio que les cuesta es ridículo y, lógicament­e, las funerarias los miran con malos ojos. Pero la idea es sensata. Si te has pasado la vida montando muebles de Ikea, no veo por qué, cuando ya los tienes todos montados, con la experienci­a adquirida no puedes dar un paso más y hacerte tú mismo tu ataúd.

Estamos de acuerdo en que los precios de los ataúdes son desmesurad­os, pero hay una solución

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