Vivir en una cápsula
El modelo japonés de los hoteles cubículo se ha adoptado en el mundo con adaptaciones
Qué los hoteles cápsula son un invento japonés no es ninguna novedad. El primero que entró en funcionamiento en todo el mundo, el Capsule Inn Osaka, abrió en el distrito de Umeda de esta ciudad nipona el 1 de febrero de 1979. Pero quizás lo que sea menos conocido es que fue una idea de Kisho Kurokawa (1934-2007), uno de los arquitectos japoneses con más prestigio internacional. El hotel sigue abierto y como en otros lugares de Japón, no se admite a gente con tatuajes –como se deja muy claro en su web– para evitar que algún miembro de los Yakuza, la mafia japonesa, se aloje en alguno de sus nichos y espante a la clientela.
Kurokawa fue uno de los fundadores –en los años 60– del movimiento arquitectónico conocido como metabolismo. Una de las construcciones que, precisamente, mejor ejemplifica el metabolismo es también la que sirvió de inspiración para ese primigenio hotel cápsula. Se trata de la Nakagin Capsule Tower, que Kurokawa construyó en el barrio de Ginza de Tokyo entre 1970 y 1972. Se trata de una torre en la que el arquitecto fue superponiendo cápsulas de hormigón armado. Cada una de estas cápsulas es un mini apartamento, y la estructura del edificio permite que se puedan quitar y reemplazar.
A pesar de ser muy populares en Japón, el de los hoteles cápsula no es un concepto que haya hecho fortuna lejos de sus fronteras, y en todo caso lo que sí hay son algunos establecimientos hoteleros inspirados en la idea que Kurokawa tuvo para el hotel de Osaka.
En Japón, este tipo de alojamientos están pensados para que los hombres de negocios y los trabajadores de cuello blanco que han perdido el último tren hacia su casa en una ciudad dormitorio –normalmente están bien ubicados en el centro de las grandes ciudades y bien comunicados– tengan un sitio en el que pasar la noche o dormir la borrachera. O bien para ofrecer un alojamiento económico –los precios van de los 20 a los 75 euros– a este mismo personal, que necesita un sitio en el que dormir una noche, no necesitan demasiados lujos, y no les importa dormir en un nicho que mide 1,90 metros de largo, por 1 metro de ancho y 95 centímetros de alto. Recogiendo la idea de la modularidad de Kurokawa, los cubículos se apilan uno encima del otro en filas de dos o tres.
En España hay varios establecimientos que se inspiran en estos hoteles japoneses. En Barcelona, la cadena Hotel Box abrió el primero en 2012 cerca del puerto, y en la actualidad cuenta con dos establecimientos más. Y la empresa Dream Cube abrió otro en la avenida de Sarrià, el 2014. Pero el concepto es completamente distinto. Son albergues pensados para mochileros y millennials ,en los que las habitaciones llenas de literas se han sustituído por hileras de cubículos de madera, bastante espartanos, con una cortina como único medio para preservar la intimidad. Pero ya se sabe, es un hostel. En Tarifa, el Tarifa Sulok se define como la versión boutique y hippie del hotel cápsula y hasta el camino de Santiago, tiene en el albergue Zendoira, en Palas de Rei, su propio establecimiento de este tipo.
Pero también existen versiones más lujosas, que como la nipona están pensadas para los ejecutivos que buscan un alojamiento barato en los que pasar una noche. Se venden como la versión low cost de los hoteles de lujo, y se encuentran sobre todo en aeropuertos –en Japón también–, como por ejemplo los que la cadena Yotel tiene en los de Amsterdam y Gatwick.
EL PRIMERO Se construyó en Osaka en 1979, sigue abierto, y fue idea del arquitecto Kisho Kurokawa
‘LOS HOSTELS’ Fuera de Japón suelen ser albergues para mochileros y ‘millennials’