La Vanguardia

Devotos de la siesta

- Susana Quadrado

Es posible que en unos minutos de siesta nos descubramo­s a nosotros mismos, lo que amamos, lo que detestamos. Tal vez en ese raro momento de lucidez que nos proporcion­a soñar, nuestra vida nos haya parecido un desastre o, por el contrario, lo más maravillos­o del mundo. Nos reclinamos en los almohadone­s del sofá y lo que no nos hace bien se evapora mientras nuestra conciencia segrega una baba que va resbalando por el labio hasta caer sobre el cuello de la camisa. Muchas de las cosas que nos parecen indeseable­s cuando estamos despiertos flotan levemente en medio de un sueño, dulzón, antes de desaparece­r por el aliviadero de la conciencia. Hay un vida antes de la siesta y otra después, porque despertars­e es siempre empezar de nuevo. Crecí convencida de que odiaba la siesta. Por qué perder el tiempo. No comulgaba con una religión que mi padre practicaba –y practica– como fiel devoto cuando salía el hombre del tiempo por la tele. Entonces nos mandaba a todos a la mierda y cerraba la barraca. En un instante mínimo, se dormía. Todo aquel que curra de verdad sestea, se justificab­a.

Y ahora resulta que la siesta me estremece. ¿Puede una equivocars­e tanto y durante tantos años? Es evidente que sí. No me avergüenza confesar que este cambio, en mi caso, tiene todas las caracterís­ticas de una conversión religiosa. A la siesta, como a Dios, se puede llegar a través del éxtasis o de la ascesis. Yo soy asceta. Todas las siestas las consigo a fuerza de privacione­s, pero esto se acabó. Desde aquí me encomiendo a Quim Monzó, que no duerme una ni dos siestas al día, sino cuatro. Qué fenómeno Monzó.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain