La Vanguardia

Jaume Cabré se redescubre a sí mismo

- Llucia Ramis

Al escribir, uno descubre aquello que no sabía que sabía. Pero Jaume Cabré va más allá, y lo hace al hojear su último libro en el tren desde Terrassa, de camino al Ateneu Barcelonès, justo antes de presentarl­o en rueda de prensa. La pista –acaba de darse cuenta– está en las tres citas iniciales que él mismo eligió. “Respeto a los muertos; incluso cuando aún están vivos”, recoge de Emmanuïl Roïdis. “Morir no es tan difícil”, recupera de Manfred. Y de un anónimo popular: “Le juro que fue un accidente”. Así, en el tono cínico y casi mafioso de la primera, en el romanticis­mo de la segunda, y en ese quitarse las culpas de la tercera, se condensa la unidad sutil de Quan arriba la penombra.

O, en palabras del editor de Proa, Josep

Lluch: “Si Jo confesso era un intento por entender el mal, estas narracione­s se centran en la pasión y la crueldad”. En todas hay una muerte, y ninguna es natural. Los protagonis­tas son hombres, porque los hombres cometen la mayoría de los actos violentos. Hu- mor negro, gravedad trágica, trama criminal; aunque dispares, cada una de las historias se tiñe de la misma atmósfera oscura. El resultado, y pese la singularid­ad del libro, “es cent per cent Cabré”, según su editor.

Quan arriba la penombra (cuya edición en castellano publica Destino) reúne trece relatos. Cabré también se ha dado cuenta de eso en el tren. Ante los periodista­s, explica que a veces te interesa un arranque, o un personaje, y te dejas llevar por la intuición; luego hay que tomar decisiones como descartar algunas historias o averiguar hasta dónde te llevan otras. Aunque le cuesta determinar­lo, sabe que existe un vínculo íntimo entre los relatos de este libro, colocados de modo que dejan un rastro en el lector.

En el epílogo apunta que los cuentos son como un descanso en una isla desconocid­a, durante esas largas travesías que implica embarcarse en una novela. Los escribe para alejarse. Y así, poco a poco, durante años, llena el zurrón de aquellos textos más breves, que va revisando y retocando, hasta que confieren un libro. “Es misterioso, pero funciona así”, explica, “vas descubrien­do y entendiend­o cosas que sólo intuías”.

Cabré es uno de los pocos autores en lengua catalana –si no el único– que puede ver sus títulos expuestos en librerías polacas, alemanas, francesas. Le sorprende vender tanto en Grecia, con la crisis que hay. Independie­ntemente de la lengua a las que se hayan traducido Les veus del Pamano o Jo confesso, son reconocibl­es en cualquier lugar del mundo, porque mantienen la misma portada en todas las ediciones.

La cubierta es la puerta de entrada a cualquier libro, pero: ¿cómo ilustrar uno tan abierto como Quan arriba la penombra? Admite que lo primero que pensó ante la propuesta de Lluch fue: “On vas amb això!”. Le costó digerirla. Pero el editor insistió. Y al cabo de un tiempo, asimiló la fuerza brutal que tiene este microdetal­le de Portrait of a Man, de Antonello da Messina: un ojo azul que nos observa, un rictus que podría ser amenazante. Cada narración es una manera concreta de mirar el mundo. Sensible como siempre al arte, en este caso Cabré se centra en la pintura. Pero como es melómano, recuerda lo que decía un director de orquesta: “De pequeño quería esconderme en una sinfonía del Mahler”. Él viviría bien en un acorde de Wagner o en toda la música de cámara de Schubert.

El azar juega de su parte. El más largo de los relatos se titula Punt de fuga .El punto de fuga lleva la mirada a un determinad­o punto. O a la falta del mismo. Porque uno de los periodista­s ha visto que a esa narración le falta precisamen­te el punto final, lo que la dota de un nuevo sentido. ¿Fue voluntario, o es un error de imprenta?, le pregunta a Jaume Cabré. Da igual. Al repasar lo que uno ha escrito, descubre que hay mucho más de lo que sabía.

Aunque dispares, cada una de las historias de ‘Quan arriba la penombra’ –el último libro de narracione­s de Cabré– se tiñe de la misma atmósfera oscura

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KIM MANRESA Jaume Cabré fotografia­do ayer en el Ateneu Barcelonès, donde presentó su último libro a la prensa
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