La Vanguardia

El valor de los valores

- Albert Gimeno

La capacidad comunicati­va de Gerard Piqué debería abordarse en las escuelas de negocio. No tenemos en España tantos personajes capaces de arrastrar hacia sus intereses el foco de una conversaci­ón. Piqué, para lo bueno y para lo malo, posee esas dotes. Guardiola y Mourinho, cada uno en su estilo, y por supuesto Johan Cruyff, eran otros notables ejemplos. Es cuestión de abrir la boca y el interés general se desplaza hacia ese comentario con la misma fuerza que un alfiler se pega violentame­nte contra la superficie de un imán. La última de Piqué, como ya sabrán ustedes, fue meterse con el Madrid por los tejemaneje­s que se cuecen en su nutrido palco institucio­nal y por señalar que él está en las antípodas de los valores del club merengue.

Poner el dedo en la llaga de la actitud de determinad­os personajes públicos que han gozado de ciertos privilegio­s en la esfera del club blanco y que luego han actuado contra los intereses del FC Barcelona ha puesto nerviosa a una parte del Madrid futbolísti­co. Piqué se maneja en ese escenario como un hábil representa­nte del tiqui-taca, repartiend­o juego. Donde Piqué patinó fue al afearle la conducta al Madrid por cuestión de sus valores. Los valores no dejan de ser un asunto cercano a la fe y faltarle a la fe de la gente acaba por generar problemas. Piqué, hábil en la provocació­n, acaba muchas veces por excederse a la hora de recoger el látigo de su ataque. ¿Sinceramen­te, son los valores del Madrid diametralm­ente

El gancho comunicado­r de Piqué es digno de estudio aunque a veces no sepa frenar a tiempo su látigo

opuestos a los del Barça? La respuesta si usted no es un fanático es no. En cambio cuando a uno le tocan el sentimient­o más íntimo que profesa por su club es como si le pisaran un callo a su madre o a su hijo. Piqué debió medir ese ataque que para muchos en la capital se ha convertido casi en un motivo para ampliar de urgencia los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. En realidad no existe un Barça o un Madrid puro sino que hay una gran parte de la afición de ambos clubs que exhibe valores de calidad, y otra porción de aficionado­s o jugadores o directivos cuya moralidad se les escurre entre los dedos.

Y, por supuesto, los riesgos del fútbol no se quedan sólo ahí: la infamia del Eldense asume tintes de extrema gravedad. La corrupción estropea el funcionami­ento de las cosas que vertebran a nuestra sociedad y el fútbol, desgraciad­amente, tampoco es una excepción que pueda escapar a dicha lacra. El deporte rey está expuesto a las maniobras del poder, sea cual sea su color e ideología, pero lo más grave es que también lo esté de la acción de los criminales como los que han destrozado la reputación del Eldense.

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