Los Apeninos, los Andes
La decisión de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, de mantener los bajos tipos de interés y los estímulos a la economía; y las dificultades que atraviesa Argentina, donde el Gobierno de Mauricio Macri ha debido hacer frente a una huelga general.
MAURICIO Macri, presidente de Argentina desde diciembre del 2015, afrontó ayer su primera huelga general. No puede decirse que esta sea una coyuntura excepcional en aquel país. Sus antecesores lidiaron con movilizaciones similares. El caso de Macri, sin embargo, tiene sus particularidades. La principal quizás sea que estamos hablando del primer presidente elegido democráticamente en muchos decenios que postula unas políticas de signo inequívocamente liberal. Macri heredó de Cristina Kirchner un país de economía baqueteada. La suspensión de pagos del 2001 trajo efectos perniciosos para Argentina, siendo uno de ellos la pérdida del acceso al mercado de capitales. Dicha suspensión tuvo una réplica en el 2014 que, obviamente, no ayudó a remontar la situación. El año pasado, el PIB se contrajo en Argentina un 1,8% y la inflación subió hasta el 40%, propiciando aumentos desbocados del coste de la vida, que dañaron el poder adquisitivo de la población.
Las prioridades de Macri en el año y medio que lleva en la Casa Rosada han sido, por una parte, restaurar el acceso al mercado de capitales y, por otra, realizar un ejercicio de realismo en lo tocante a datos macroeconómicos oficiales que maneja el país y que, históricamente, se han maquillado. Se trata de medidas plenamente razonables, que van por el buen camino. Pero el presidente Macri no saldrá adelante si se limita a una estricta aplicación de sus políticas liberales, que acaso sean pertinentes pero serían insuficientes. Argentina es un país muy expuesto a las turbulencias de la economía global. Es también un país que, pese a sus enormes recursos, presenta unas exportaciones que deberían mejorar mucho, que tiene el cambio de su divisa a la baja, un capítulo de ingresos escaso y, en suma, suscita mucho descontento entre sus ciudadanos, a menudo forzados al pluriempleo y, aun así, a las estrecheces.
Como decíamos, las reformas económicas son necesarias en Argentina. Agencias de calificación como Moody’s y Standard and Poor’s las han saludado de modo positivo en fechas recientes, e incluso confían en que la inflación se reduzca a la mitad este año y que el déficit fiscal se contenga y el crecimiento industrial se afiance. Pero el momento es aún delicado y obliga a Macri a ser consciente de que una implementación de sus políticas brusca e insensible a las necesidades colectivas podría conducir al país a un peligroso estallido social. Los sindicatos argentinos tienen una capacidad de movilización muy importante. De manera que, sin renunciar a sus objetivos, el presidente debe acreditar en la presente circunstancia una gran cintura política.