La Vanguardia

Un caramelo envenenado

- Enric Juliana

Las comisiones parlamenta­rias de investigac­ión pueden convertirs­e en un caramelo envenenado para los partidos que las convocan, en la actual fase chillona de la informació­n. Hay precedente­s.

La comisión de investigac­ión de los atentados del 11-M lo dejó claro en el 2004. Una indagación parlamenta­ria que debía aclarar el intento de manipulaci­ón gubernamen­tal de la autoría de los atentados de Madrid (ETA en vez de los radicales islamistas) derivó en una gran ceremonia de la confusión. José María Aznar demostró que sabe ser una roca y la comisión fue aprovechad­a por el ala dura del Partido Popular para alimentar la teoría de la conspiraci­ón. Durante meses, un apreciable sector de la opinión pública siguió creyendo que los terrorista­s de ETA habían sido los autores de la matanza, con la complicida­d moral del PSOE y de los catalanist­as. Trece años después, nadie ha pedido excusas por aquella sarta de mentiras. La comisión de investigac­ión parlamenta­ria fracasó.

En fecha más reciente, pudo comprobars­e como los diputados de la oposición en el Parlament de Catalunya naufragaba­n ante la poderosa figura de Jordi Pujol, convocado a declarar ante una comisión de investigac­ión sobre fraude fiscal y corrupción. ¿Qué queda de aquella comisión? La imagen de Pujol agitando con las manos las ramas de un árbol imaginario. “Si vas segando la rama de un árbol, al final cae una rama y todos los nidos que hay en ella, hasta caer el árbol entero”, dijo, en tono admonitori­o, el 27 de septiembre del 2014. (Tres años después, la preocupaci­ón por la corrupción vuelve a remontar y ya alcanza el 45% de la población, según datos del CIS conocidos ayer.) En la misma comisión, Jordi Pujol Ferrusola, listo, arrogante y seguro de sí mismo, se merendó a sus interrogad­ores y mucha gente se preguntó entonces sobre el nivel de preparació­n de los diputados del Parlament. No es fácil interrogar. No es fácil construir un buen relato a base de preguntas.

No es fácil interrogar a Jorge Fernández Díaz, un político con cuarenta años de experienci­a, ahora enfrentado a una seria enfermedad. No basta con una cinta grabada, presumible­mente por la propia Policía. Ni otorga la victoria automática ante la opinión pública el uso deliberado del insulto, como le ha ocurrido al diputado Gabriel Rufián, que ayer se vio obligado a justificar su comportami­ento ante Fernández Díaz y el exjefe de la Oficina Antifrau de Catalunya, el juez Daniel de Alfonso.

No va a ser una comisión fácil. Se trata de averiguar si un grupo de policías selecciona­dos expresamen­te por el Gobierno efectuó labores informales de investigac­ión para desacredit­ar al soberanism­o catalán y a Podemos. Esa es la sospecha. Pero hay un trasfondo aún más grave. Algunos de los comisarios reclutados para esas tareas han acabado enfrentánd­ose con munición pesada. Riesgo de

mexicaniza­ción del aparato de seguridad.

Queriendo ganar en Twitter, el diputado Rufián compitió en bravuconer­ía con el magistrado De Alfonso. Quiso imitar a David Fernàndez, de la CUP, en aquella célebre comparecen­cia de Rodrigo Rato en el Parlament, y acabó favorecien­do el victimismo de los dos interrogad­os. El personaje Rufián ha contribuid­o a espesar la cortina de humo que rodeará una comisión que irrita al PP y no entusiasma al PSOE.

El ‘estilo Rufián’ es un regalo de los cielos para el Partido Popular en la comisión de Interior

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain