Prisión por un homicidio sin cadáver en Mataró
Un jurado popular ha condenado por homicidio al exmarido de Piedad Moya a 17 años de cárcel sin hallar el cuerpo de la víctima
Segunda condena por homicidio en el Estado español sin que se haya localizado el cuerpo de la supuesta víctima. Tras el mediático caso de Ramon Laso, el pasado miércoles un jurado popular emitía una nueva condena por homicidio sin que se haya encontrado el cuerpo del delito. En esta ocasión, Mohamed Taheri, de 49 años, vecino de Mataró (Maresme), ha sido condenado a 17 años y siete meses de prisión por el homicidio de su exesposa, Piedad Moya, que desapareció sin dejar rastro el pasado 4 de abril del 2014.
Las pruebas aportadas por la unidad de investigación de los Mossos d’Esquadra han sido determinantes para convencer a los nueve miembros del jurado popular, que fallaron por unanimidad que el acusado, exmarido de Piedad Moya, es el autor inconfeso del homicidio. Entre otras prueuna bas aportaron el hallazgo en poder del acusado del libro de familia que siempre llevaba la víctima, una falda de la exmujer cerca de un pozo en la finca de Dosrius donde se sospecha que está enterrado el cadáver, los viajes injustificados al terreno que compartía el matrimonio, el hallazgo de restos de sangre en el lavadero del acusado y su declaración sobre sus viajes para dar de comer a los perros, cuando nunca han tenido animales.
Cuando Piedad decidió romper el matrimonio empezaron los problemas. “Si no eres mía, no serás de nadie”, amenazaba el acusado, que además sometió a la víctima a persecución implacable y también a constantes llamadas a su teléfono móvil, pocos días antes de su desaparición. La víctima había confesado a su familia que “tenía miedo con lo que les podía pasar a sus hijas”.
Según fuentes de la familia, fue determinante para condenar al exmarido, que acababa de salir de la cárcel tras dos años de prisión preventiva, la declaración de las dos hijas ante el juez. Una de ellas, la más pequeña, relató los episodios de violencia que protagonizaba su padre y que habitualmente derivaban en palizas a su madre cuando intentaba mediar en los conflictos familiares. La mayor admitió que su padre no compartía su predisposición a la modernidad y que había amenazado con trasladarla a Marruecos para corregir su actitud. Tras la desaparición, la familia incluso intentó que el acusado, voluntariamente, se sometiera al test de la verdad, lo que declinó en el último momento.
Desde que desapareció Piedad Moya, el barrio de Cerdanyola de Mataró se ha movilizado en varias ocasiones para localizar el cuerpo de la víctima con batidas por el bosque alrededor de la finca familiar, donde hay un pozo en que sospechan que puede estar el cadáver. El foso, que siempre había estado abierto, tras la desaparición de Piedad quedó sellado con hormigón armado y ningún juez ha dado permiso para que se pueda abrir. Los intentos de localizar el cuerpo con sistemas de georadar tampoco dieron sus frutos por la frondosidad del lugar.
Hace pocos días, la tensión volvió a resurgir en el barrio cuando el acusado quedó en libertad y coincidía en la calle con los miembros de su familia política. Una situación que derivó en episodios violentos cuando el homicida reaccionaba con sorna ante los miembros de la familia.
El testimonio de las dos hijas del matrimonio ante el juez ha sido determinante para la acusación