Habitación de hospital
Ò scar Andreu publica Com es bull una
granota i altres relats (Ed. Contra), que incluye el relato “La lliga de les estrelles”. Sinopsis: partiendo de la pasión radiofónica de un padre que domina todos los rincones del dial, cuenta sus últimos días en el hospital, acompañado por su hijo, que narra la historia. El padre ha compaginado el trabajo, la familia y la juventud con la radio, incluidos los programas nocturnos de deporte. La inteligencia del relato radica en que para hablar de la muerte del padre y del legado de las (no) conversaciones irrecuperables, se centra en una pasión tan poco heroica como la radio para desembocar en un desenlace perturbador: cuál es la última noticia que un aficionado a la radio escucha antes de morir. Andreu domina el tema y acumula detalles que dan verosimilitud a la historia sin la sospecha, habitual en muchos libros actuales, de un exceso de wikipedia o de azúcar lacrimógeno. Una de las escenas del relato, en la habitación del hospital, con el hijo que se despierta en una butaca teóricamente ergonómica mientras su padre intenta coger el mando de la tele para ver el encierro de San Fermín tiene una fuerza y una sobriedad con la que la mayoría podemos sentirnos identificados.
Como pasa con las mejores expresiones de creatividad, el relato te conecta con situaciones vividas que hacen que el texto leído sea de ida y vuelta. La idea de cuál es la última noticia que un amante de la radio nocturna escucha en su vida hace pensar en las últimas veces, menos prestigiadas que las primeras. El último cigarrillo del condenado a muerte aún goza de cierto prestigio, pero, al morir, todos acabamos siendo, por azar o voluntad, un carro de últimas veces. Las últimas voluntades, en cambio, tienen un inconveniente: si alguien deja escrito que en su funeral se lea un poema de Auden o suene una canción de Melendi, está interviniendo de manera metafísicamente póstuma. La última vez de alguien que no sabe que será la última vez tiene una dimensión más espontánea y absurda. Total: que el relato, recomendable como tantas cosas que hace Andreu, me ha recordado a mi padre, en el hospital, con la radio cerca para seguir las noticias. Había perdido la capacidad de hablar y se comunicaba a través de balbuceos y mordiscos alternados con muecas de sorpresa dignas de un mimo. Como le gustaba causar buena impresión y no abandonarse, El relato de Andreu te conecta con situaciones vividas que hacen que el texto leído sea de ida y vuelta cada mañana le llevábamos el periódico, le ayudábamos a desayunar y le afeitábamos (los cachetes de after shave en las mejillas le hacían sonreír). Para no subrayar la invalidez, le hablábamos de todo y de nada y un día, no sé cómo, comentamos el bolero Bésame mucho. Y entonces, igual que el padre del relato, que aún tiene la capacidad de sorprenderse con una noticia inesperada, mi padre, que llevaba días sin decir nada inteligible y nunca había cantado porque desafinaba, entonó, con una nitidez paranormal: “Bésame, bésame mucho / como si fuera esta noche la última vez”. Fue la última vez (doblemente literal) que lo vimos cantar. Todo eso para deciros que leáis el libro de Òscar Andreu.