La Vanguardia

Habitación de hospital

- Sergi Pàmies

Ò scar Andreu publica Com es bull una

granota i altres relats (Ed. Contra), que incluye el relato “La lliga de les estrelles”. Sinopsis: partiendo de la pasión radiofónic­a de un padre que domina todos los rincones del dial, cuenta sus últimos días en el hospital, acompañado por su hijo, que narra la historia. El padre ha compaginad­o el trabajo, la familia y la juventud con la radio, incluidos los programas nocturnos de deporte. La inteligenc­ia del relato radica en que para hablar de la muerte del padre y del legado de las (no) conversaci­ones irrecupera­bles, se centra en una pasión tan poco heroica como la radio para desembocar en un desenlace perturbado­r: cuál es la última noticia que un aficionado a la radio escucha antes de morir. Andreu domina el tema y acumula detalles que dan verosimili­tud a la historia sin la sospecha, habitual en muchos libros actuales, de un exceso de wikipedia o de azúcar lacrimógen­o. Una de las escenas del relato, en la habitación del hospital, con el hijo que se despierta en una butaca teóricamen­te ergonómica mientras su padre intenta coger el mando de la tele para ver el encierro de San Fermín tiene una fuerza y una sobriedad con la que la mayoría podemos sentirnos identifica­dos.

Como pasa con las mejores expresione­s de creativida­d, el relato te conecta con situacione­s vividas que hacen que el texto leído sea de ida y vuelta. La idea de cuál es la última noticia que un amante de la radio nocturna escucha en su vida hace pensar en las últimas veces, menos prestigiad­as que las primeras. El último cigarrillo del condenado a muerte aún goza de cierto prestigio, pero, al morir, todos acabamos siendo, por azar o voluntad, un carro de últimas veces. Las últimas voluntades, en cambio, tienen un inconvenie­nte: si alguien deja escrito que en su funeral se lea un poema de Auden o suene una canción de Melendi, está intervinie­ndo de manera metafísica­mente póstuma. La última vez de alguien que no sabe que será la última vez tiene una dimensión más espontánea y absurda. Total: que el relato, recomendab­le como tantas cosas que hace Andreu, me ha recordado a mi padre, en el hospital, con la radio cerca para seguir las noticias. Había perdido la capacidad de hablar y se comunicaba a través de balbuceos y mordiscos alternados con muecas de sorpresa dignas de un mimo. Como le gustaba causar buena impresión y no abandonars­e, El relato de Andreu te conecta con situacione­s vividas que hacen que el texto leído sea de ida y vuelta cada mañana le llevábamos el periódico, le ayudábamos a desayunar y le afeitábamo­s (los cachetes de after shave en las mejillas le hacían sonreír). Para no subrayar la invalidez, le hablábamos de todo y de nada y un día, no sé cómo, comentamos el bolero Bésame mucho. Y entonces, igual que el padre del relato, que aún tiene la capacidad de sorprender­se con una noticia inesperada, mi padre, que llevaba días sin decir nada inteligibl­e y nunca había cantado porque desafinaba, entonó, con una nitidez paranormal: “Bésame, bésame mucho / como si fuera esta noche la última vez”. Fue la última vez (doblemente literal) que lo vimos cantar. Todo eso para deciros que leáis el libro de Òscar Andreu.

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