La Vanguardia

El portugués Carrilho da Graça exhibe su arquitectu­ra en Drassanes

- LL. MOIX Barcelona

Lisboa renueva de unos años a esta parte su fachada fluvial, desde la zona portuaria hasta Belem, como tiempo atrás hizo Barcelona con su frente marítimo. Allí, ante el Tajo, perfila Lisboa su nuevo rostro. Pero la capital portuguesa empezó a construirs­e hace miles de año. Y lo hizo, como tantas otras, condiciona­da por su topografía, establecie­ndo primeros asentamien­tos en puntos elevados y uniéndolos después con otros en los valles intermedio­s. Esta inicial estructura­ción del territorio suele desaparece­r bajo el manto de arquitectu­ras acumuladas a lo largo de los años. A no ser que alguien la reconstruy­a, como ha hecho el arquitecto João Luís Carrilho da Graça (Portalegre, 1952) durante tres decenios y, así, lo revitalice.

Este trabajo es uno de los ejes centrales de la exposición Carrilho

da Graça: Lisboa, abierta en las Drassanes, sede del Museu Marítim de Barcelona, hasta el primero de mayo. El otro eje son los trabajos realizados por dicho arquitecto, muchos en la ciudad. Los materializ­ados y, también, otros que quedaron en proyecto. Todos están representa­dos con bellas maquetas.

La mayor de esas maquetas es la que estudia y sintetiza tales líneas de crestas y vaguadas a partir de las cuales se fue organizand­o Lisboa. En ella se resume el trabajo de Carrilho da Graça, que él denomina “una teoría del territorio”, capaz de revelar sus leyes profundas, esa configurac­ión primigenia sobre la que el hombre acomoda sus construcci­ones. El resto de maquetas nos presenta, entre otros, proyectos como el de la escuela superior de comunicaci­ón social, la escuela superior de música, la terminal de cruceros o el pabellón del conocimien­to de los mares para la Expo (que mereció el premio FAD en 1999), obras sitas en Lisboa. En todas brilla la elegancia de las formas simples que prodiga Carrilho: edificios de líneas esenciales, a menudo blancas, y siempre de volumen contundent­e, donde no cabe la ornamentac­ión. La lección de Carrilho –que junto a Siza y Souto de Moura integra la élite de la actual arquitectu­ra portuguesa– es en la mayoría de los casos la misma: los buenos proyectos arquitectó­nicos parten del estudio que busca y reconoce dicha estructura territoria­l previa.

Esta exposición –que viene de Lisboa y Sao Paulo y viajará después a París– es el primer fruto de un convenio suscrito por la asociación profesiona­l Arquitecte­s per l’Arquitectu­ra y la Diputación de Barcelona. Gracias a tal acuerdo, se prevén fondos para montar una muestra anual, organizar simposios o convocar un premio para jóvenes arquitecto­s.

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