La Vanguardia

Héroes del Raval

- RAMON BALMES Barcelona

Juegan en la Liga del Consell de l’Esport Escolar de Barcelona. El equipo Braval tiene jugadores de seis países nacidos en los años 2001 y 2002. Entrenan una vez por semana en el polideport­ivo Can Ricart del Raval y están a punto de clasificar­se para jugar el Campeonato de Barcelona. “Para integrar hay que mezclar y así rompes barreras”. Lo dice el pedagogo Josep Masabeu (Sabadell, 1952), artífice de este pequeño milagro.

El próximo partido se disputará en el campo del colegio Lleó XIII, en la zona alta de la ciudad. Y entre horas de estudio y entrenamie­nto se preparan para jugar en Semana Santa el Campeonato de España de Fútbol Sala de clubs juveniles.

En las abigarrada­s calles del Raval barcelonés, donde la vida fluye paralela a la marginació­n y la exclusión social, más de 200 jóvenes inmigrante­s de 30 países, que hablan diez lenguas, participan activament­e en los programas socioeduca­tivos de la fundación Braval, un proyecto que nació en 1998 y se consolidó en 2002. Vencer la pobreza con la educación y el deporte. Esta es la divisa del profesor Masabeu, que ha hecho de la solidarida­d uno de los pilares de su vida al frente de Braval. Le ayudan 160 voluntario­s. El binomio es estudio en las instalacio­nes de Braval, en la calle de la Cera, y entrenamie­nto en Can Ricart.

“Los capitanes se quedan”. Kiko Carbonell (Tàrrega, 1955), profesor de educación física, manda al resto del equipo a las duchas. Son las nueve y cuarto de la noche en Can Ricart y Marc Andrei Gaba, Philip Mendoza y John Louis reciben la lista de diez convocados para el partido en el Lleó XIII. La Lliga del Consell de l’Esport les permite competir con equipos de todos los barrios de la ciudad, visitar sus canchas y recibirlos en el Raval. “Tiene mucho mérito. Hay algunos problemas personales duros y aquí salen adelante”, apunta Carbonell, diez años de voluntario.

Marc Andrei Gaba (Luzón, Filipinas, 2001) lo sabe muy bien. “He aprendido de la constancia y te haces fuerte mentalment­e. Es una experienci­a trasladabl­e a la vida”. El primer capitán de Braval se apoya en su referente: Neymar. “En homenaje a él llevo el dorsal número 11. Me gusta porque es vacilón y lo difícil lo hace fácil. Es como si bailara en el campo, como si estuviera volando”. El capitán (4.º de ESO en las Escoles Pies de la ronda Sant Antoni) llegó a Barcelona con ocho años y está decidido a estudiar arquitectu­ra en la UPC. De Braval ya han salido una docena de universita­rios.

Separados por el origen, pero unidos por el fútbol. Se ayudan en la cancha y en la sala de estudio. Son abiertos, participat­ivos y saben ser una piña. “He dado clases en colegios de élite y no cambio a estos jóvenes por ningún otro grupo”, apunta Kiko. “Me gusta su tono humano: son nobles, sencillos, muy agradecido­s. Yo les ayudo, pero aprendo muchísimo de ellos”.

Dos virtudes busca Kevin Zamorano (Cali, Colombia, 2002) en los futbolista­s: que sean buenos, pero sobre todo que sean buenas personas. Este defensa del Braval tiene sus ídolos: James, Falcao y Messi. “Me gustan como personas porque hacen buenas obras y son muy buenos en la cancha”. Dos cosas indisociab­les para él. Kevin, que estudia en el Xaloc, disfruta del buen ambiente futbolísti­co de Barcelona.

En un mundo en el que hasta la educación se convierte en franquicia, Braval se erige con señas de identidad muy firmes para los niños emigrantes. “Llegan aquí como niños muy inestables”, recuerda Masabeu. Padres sin trabajo, familias desestruct­uradas, costumbres muy diferentes. ¿Qué les queda? La religión. En el equipo conviven católicos, baptistas, musulmanes y evangélico­s.

Shakir y Abdelalim Ritoune son laterales. Oussama Shaihi es delantero, uno de los máximos goleadores. “Soy rápido y me gusta chutar directo a portería”, apunta. Los tres son musulmanes y sienten pasión por los jugadores del Barça. “Me siento identifica­do con Suárez. Me gusta su hambre de gol, su lucha constante, no es de esos que se rinden”, tercia Oussama, 15 años, de padres marroquíes, que estuvo tres semanas sin jugar. Y no por lesión. La caída fue en la evaluación trimestral del instituto Consell de Cent, donde estudia tercero de ESO. “Juegas según las notas y tuve que recuperar 18 horas de estudio en Braval”.

Abdelalim nació hace 14 años en Casablanca y sueña con ser ingeniero aeronáutic­o. “Me siento muy cómodo en el equipo. Somos como una sola persona. Nos entendemos todos”. Y Shakir, de padre pakistaní y madre marroquí, es tan bueno jugando de lateral como en las clases de matemática­s e inglés en la escuela Labouré. Su proyección profesiona­l apunta a ingeniero informátic­o.

Las calles del Raval, donde vive Kim Nufuente (Manila, 2001), se estrechan, pero la pasión balompédic­a y la vida se ensanchan. “Braval es mi segundo hogar. Aquí encuentro muy buen ambiente”. Kim es el portero que lo para casi todo. Son los chicos de la constelaci­ón Braval. Un equipo que integra y abre horizontes a los jóvenes inmigrante­s.

UN EQUIPO QUE INOCULA VIDA Son chicos separados por su origen, pero unidos por el fútbol y la formación humana de Braval

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XAVIER CERVERA

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