Anna Erra i Solà
ALCALDESA DE VIC
Vic ha dado a conocer el proyecto de la nueva biblioteca que se levantará en el solar donde en 1991 ETA desencadenó una masacre en la casa cuartel. Los terrenos que se convirtieron en un cráter abandonado tendrán un nuevo uso ciudadano.
Érase una vez tres grandes proyectos, tres enormes espacios sometidos al albur de los vicios y defectos de la obra pública en este país, a los caprichos de los gobiernos de turno, a las disputas permanentes entre las distintas administraciones públicas, a las peculiares condiciones del subsuelo barcelonés, a las más complejas arquitecturas e ingenierías financieras, a los vaivenes de la economía en general .... Se incorporaron a la agenda de Barcelona en tiempos tan lejanos que, incluso en las mejores hemerotecas, no resulta fácil dar con certeza con las primeras referencias. El repaso a informaciones del último cuarto de siglo –en algún caso sería posible remontarse a épocas aún más pretéritas– provocaría el sonrojo de cualquier periodista que haya escrito sobre planes faraónicos y calendarios de ejecución que el paso de los años han convertido en absurdos delirios. Y estas semanas, por diversas razones, y no precisamente positivas, vuelven a estar de plena actualidad.
Nuevos problemas en la reforma de la maldita plaza de las Glòries. Nuevos escándalos en torno al sobrecoste por pagos indebidos (más de 130 millones de euros) de unas obras, las de la gran estación central de Sagrera, congeladas en la Barcelona del 2014 y con unas nuevas previsiones de reanudación de los trabajos. Y, mientras tanto, un conseller de Territori haciendo números desde hace meses y renegociando condiciones de financiación para intentar desenterrar una parte de la fortuna sepultada bajo tierra en la L9 del metro, una infraestructura –mal diseñada y dimensionada desde el primer momento y peor financiada– por la que la Generalitat está pagando cada año unos 450 millones de euros en concepto del canon de los túneles, estaciones medio hechas e intereses bancarios. El objetivo, tal y como ha explicado el conseller Josep Rull, liberar cada año 200 de esos millones para acabar la obra del tramo central –el que da sentido a esta línea interrumpida– e ir poniendo en servicio las estaciones entre Sagrera y Zona Universitària una a una, sin esperar a que estén todas a punto para inaugurarlas.
La estación de la Sagrera, donde, según ha anunciado el ministro, se reanudarán las obras en breve – antes de lo que Adif había dicho en vísperas de la visita del titular de Fomento a Barcelona– es la mayor de las heridas urbanísticas que siguen abiertas en esta ciudad. Pero no la única. Hasta hace muy poco, quienes cruzaban la plaza de las Glòries Catalanes (o de las “Derrotes Catalanes”, como diría el periodista Lluís Permanyer atendiendo a la azarosa vida de este cruce de grandes avenidas barcelonesas) y observaban la frenética actividad de máquinas y humanos que allí se despliega (todavía) no hubieran dudado de que la dignificación del ágora pensada por Ildefons Cerdà como el centro de la Barcelona liberada del corsé de las murallas era un objetivo cercano. Hoy, sin embargo, ¿quién se atreve a poner fecha?