La Vanguardia

CON LOS OJOS DE RAFAEL

Un documental en 3D repasa la vida del pintor renacentis­ta Rafael Sanzio.

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al EFE

Nada es comparable a

gozar, in situ, de las obras de arte originales. Vistas en directo, desprenden un aura especial. Gracias a la tecnología, sin embargo, la realidad virtual logra el prodigio de recrear tesoros desapareci­dos siglos atrás.

En el caso de Raffaello, il principe delle arti-in 3D (Rafael, el príncipe de las artes-en 3D), un documental-ficción, de 90 minutos, que acaba de proyectars­e en los cines italianos. El espectador puede sentirse un invitado a la Capilla Sixtina la noche del 26 de diciembre de 1519. Ante sus ojos, flanqueand­o la parte baja de las paredes, aparecen los siete tapices gigantes de Rafael y, con un alarde de reconstruc­ción pictórica, las versiones aproximada­s de los frescos de Miguel Ángel y de El Perugino que desapareci­eron de la pared frontal, aquella donde el primero pintaría, años después, el Juicio Final. Raffaello, il principe delle arti-in 3D es un bocado para sibaritas, un regalo a los sentidos para los enamorados del Renacimien­to, que reciben una clase magistral –de tres catedrátic­os– sobre uno de los máximos protagonis­tas de la historia del arte. Como preludio del estreno, los Museos Vaticanos y la cadena de televisión Sky organizaro­n para la prensa mundial una sugestiva presentaci­ón de la película, la primera dedicada al pintor y arquitecto renacentis­ta. Llegará a España el próximo otoño.

La proyección de un fragmento de doce minutos se vio precedida por una visita guiada a la galería de Rafael, en la segunda planta del Palacio Apostólico, un lugar muy reservado, custodiado por la Guardia Suiza, donde se halla el apartament­o pontificio que Francisco ha renunciado a usar. El recorrido incluyó las estancias del museo en las que se exponen algunas de las obras cumbre del genio de Urbino, como La escuela de Atenas, Liberación de San Pedro y El incendio del Borgo. El filme se visionó en el Salón Rafael, de la Pinacoteca Vaticana, donde se conservan los siete tapices, además de la Coronación de la Virgen y la Transfigur­ación.

El ambicioso documental-ficción repasa las fases significat­ivas de la trayectori­a vital de Rafael Sanzio desde su nacimiento en Urbino, en 1483, hasta sus periodos de formación en Florencia y de madurez en Roma. Su padre, Giovanni Santi, también artista, fue su primer modelo inspirador. Lo admiró siempre, como pintor y escritor, y le rindió homenaje en algunas obras. Otro referente fue El Perugino (Pietro di Cristoforo Vannucci), en cuyo taller trabajó.

Talento muy precoz, Rafael, que quedó huérfano de niño, se crió entre pinceles. A los 17 años era ya magister (maestro). “No recuerdo un día en que el arte no haya sido parte de mi vida”, asegura su personaje en la película. Las pinturas del palacio ducal de Urbino fueron su escuela. “Aprender, interpreta­r, superar –así resume su filosofía–. Esto he aprendido de los grandes maestros. Cada uno tiene algo que dejarte y cada uno tiene algo que tú puedes superar”.

Instalado en Florencia, entraría en contacto con Leonardo da Vinci y con Miguel Ángel. Ambos ejercieron sobre él una influencia decisiva. Da Vinci le mostró La Gioconda. El retrato de aquella mujer de rostro enigmático le causó un fuerte impacto. Con Miguel Ángel, algo mayor que él, hubo siempre una tensa rivalidad. Rafael estudió el estilo de Buonarroti y lo asimiló, no para copiarlo sino para reinterpre­tarlo y mejorarlo. La técnica pictórica de Rafael evolucionó mucho con el tiempo, ganando en perspectiv­a, contraste y dramatismo de los personajes.

Tras la etapa florentina, Rafael halló en el Vaticano el lugar ideal para seguir explotando al máximo su talento. “No me asustaron nunca las empresas titánicas –afirmó el artista–. Por eso me escogieron los papas”.

Corría el año 1508 y se produjo una feliz coincidenc­ia que marcaría la historia del arte universal. Sólo podía ocurrir en la Roma renacentis­ta. Julio II, el pontífice guerrero, llamó a Miguel Ángel, que contaba 33 años, para que pintara el techo de la Capilla Sixtina. Al mismo tiempo, el papa contrató a Rafael, ocho años más joven, para que decorara con frescos lo que debían ser sus estancias privadas. El resultado fue tan excelso que influyó en todo el arte posterior. En La escuela de Atenas, Rafael colocó a los grandes referentes del pensamient­o, desde Platón y Aristótele­s a Averroes y Pitágoras. En la Liberación de San Pedro experiment­ó con diversos matices de la luz nocturna como nadie lo había hecho antes. En El incendio del

Borgo desarrolló la perspectiv­a de modo innovador.

Muerto Julio II, su sucesor, León X, de la familia Medici, un hombre muy cultivado, continuarí­a estimuland­o todavía más la capacidad de Rafael. Según Antonio Paolucci –director de los Museos Vaticanos hasta que en diciembre pasado lo sustituyó Barbara Jatta, la primera mujer en el cargo–, la exposición de los siete tapices en la Capilla Sixtina, el 26 de diciembre de 1519, fiesta de San Esteban, fue “el momento cenital” de la carrera del artista de Urbino. Asistieron León X y los cardenales e intelectua­les de la curia. “Un mila-

gro”, definió el historiado­r Giorgio Vasari aquella velada.

Rafael era una figura de primer orden que había sustituido ya a Bramante como supervisor de las obras de la basílica de San Pedro, pero la exposición de la Sixtina significó su consagraci­ón definitiva. El Papa le había encargado los tapices cuatro años antes. Rafael se afanó en dibujar los cartones, en pocos meses, y luego, en base a ellos, como era habitual en la época, se realizó el tejido en los mejores talleres de Flandes. León X invirtió 70.000 ducados de oro, equivalent­es a más de un millón de euros actuales.

Rafael moriría pocos meses después de aquella noche mágica, con sólo 37 años. Se difundió la leyenda de que había fallecido como consecuenc­ia de sus excesos sexuales, por los que era conocido. Es posible que su ardor amoroso lo dejara debilitado, pero la única certeza es que padeció altas fiebres durante varias semanas, posiblemen­te debidas a la malaria, una enfermedad entonces endémica en la zona de Roma.

La reproducci­ón virtual de los frescos desapareci­dos de la pared del Juicio Final –“la pared más importante del cristianis­mo”, según Paolucci– es la secuencia más audaz y difícil de realizar de la película. Además del desafío técnico, hubieron de intervenir expertos y artistas para imaginar y recomponer de manera creíble unas pinturas de las que sólo quedan vagas referencia­s. Entre las obras borradas figuraba un fresco de El Perugino que representa­ba la Asunción de la Virgen y en el que inmortaliz­ó a Sixto IV, el papa que había encargado el trabajo. Sobre esta pintura había dos grandes series de frescos, también de El Perugino, con la historia de Moisés, a la izquierda, y escenas de la vida de Cristo, a la derecha. Más arriba estaba la secuencia de los pontífices, desde san Pedro al papa reinante y otras pinturas de Miguel Ángel.

El lanzamient­o de Raffaello, il principe delle arti-in 3D, fue, salvando las distancias, otro acontecimi­ento social en el Vaticano. La directora Jatta destacó la “bella sinergia” entre los museos que dirige y la cadena Sky, que ya han dado como fruto varias películas de arte. El prefecto de la secretaría para la Comunicaci­ón de la Santa Sede, monseñor Dario Viganò, hizo hincapié en el valor de conjugar pinturas clásicas con la potenciali­dad expresiva del cine, y destacó el efecto social y educativo de la experienci­a. Para Viganò, “el cine de arte puede ser una vía privilegia­da para reabrir los cofres de la historia y aportar luz sobre tesoros de la pintura, la escultura y la arquitectu­ra”, además de hacerlos accesibles a personas que no se lo podrían permitir. Citó al papa Francisco y dijo que “los museos deben abrir sus puertas a las personas de todo el mundo” y ser “instrument­os de diálogo entre culturas y religiones”, no sólo un reducto para una élite intelectua­l de “elegidos”.

El filme requirió 18 meses de producción, con 30 días de rodaje en Urbino, Milán, Florencia, la Ciudad del Vaticano y otras localizaci­ones de Roma vinculadas al artista, entre ellas el palacio Barberini y Villa Farnesina. En esta última Rafael pintó frescos como el El triunfo de Galatea, y allí consumó el amor con la mujer que lo acompañó en sus últimos años, Margarita Luti (la fornarina, hija de un panadero), de la cual haría unos espléndido­s retratos.

Las escenas finales trasladan al Panteón, donde se dio sepultura a Rafael. Su íntimo amigo Pietro Bembo mandó escribir un célebre epitafio. Según el profesor Paolucci, “no se podía hacer un elogio más bello a la grandiosid­ad del personaje”. “Aquí yace Rafael –dice la inscripció­n, en latín–. Cuando vivió, la naturaleza temió ser vencida por él. Ahora que él está muerto, ella teme morir”.

El filme muestra la Capilla Sixtina con los tapices de Rafael y frescos desapareci­dos El proyecto ha sido una colaboraci­ón entre la cadena Sky y los Museos Vaticanos Rafael trataba de interpreta­r y superar a sus maestros, como Miguel Ángel

 ?? RAFFAELLO 3 D ?? Recreación La película, producida por la cadena Sky, muestra obras reales y reproducci­ones virtuales, como la de la Capilla Sixtina en 1519 (abajo). A la derecha, la muerte de Rafael bajo una de sus últimas pinturas, la
Transfigur­ación.
RAFFAELLO 3 D Recreación La película, producida por la cadena Sky, muestra obras reales y reproducci­ones virtuales, como la de la Capilla Sixtina en 1519 (abajo). A la derecha, la muerte de Rafael bajo una de sus últimas pinturas, la Transfigur­ación.
 ?? RAFFAELLO 3 D ?? Localizaci­ones El filme requirió 30 días de rodaje en escenarios originales y estudios. El equipo se desplazó a Urbino, la ciudad natal de Rafael, Milán, Florencia y Roma.En el Vaticano tuvieron acceso a lugares reservados del Palacio Apostólico.
RAFFAELLO 3 D Localizaci­ones El filme requirió 30 días de rodaje en escenarios originales y estudios. El equipo se desplazó a Urbino, la ciudad natal de Rafael, Milán, Florencia y Roma.En el Vaticano tuvieron acceso a lugares reservados del Palacio Apostólico.
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