Las mensajeras de los Tomahawk
Dos mujeres de alto rango en la Armada de EE.UU. tuvieron un papel protagonista en el ataque contra Siria
En 1978, Michelle Janine Howard no poseía, en teoría, los mejores atributos físicos para triunfar en la exigente academia naval de Annapolis. Era mujer, afroamericana y muy bajita. Hacía sólo dos años que aquel templo militar de Estados Unidos admitía a féminas como cadetes. Casi cuatro lustros después, Howard, la primera mujer de la Armada con rango de almirante de cuatro estrellas, manda a todas las fuerzas navales norteamericanas en Europa y África –incluida la VI Flota– y tuvo, por tanto, un papel relevante en el reciente ataque a la base aérea siria de Shayrat. En la operación destacó la misión de otra mujer, Andria Slough, la capitán del destructor USS Porter, uno de los buques que lanzaron 59 misiles Tomahawk para castigar al régimen de Bashar el Asad.
Desde su cuartel general en Nápoles, donde dirige también el Comando de la Fuerza Conjunta Aliada, pieza fundamental de la estructura de la OTAN, Howard felicitó a sus subordinados por la “magnífica” e “impecable” ejecución del bombardeo. “Es un ejemplo de la fuerza de la Armada de EE.UU. y de nuestra capacidad para proyectar poder en todo el planeta”, añadió la almirante, sin ofrecer ningún detalle operativo de la acción militar. Lenguaje del Pentágono. Puro estilo de superpotencia.
Howard, de 56 años, nacida en California, se crió en una familia militar y pasó su infancia y adolescencia mudándose de base en base. Su padre, casado con una británica, era suboficial de la Fuerza Aérea. Cuando a los 12 años la niña decidió seguir los pasos de su progenitor, las posibilidades de llegar muy arriba vestida de uniforme eran muy escasas. Pero el país, en los años setenta del siglo pasado, estaba cambiando con rapidez. Se abrían nuevos horizontes para las mujeres y para las minorías étnicas. Las fuerzas armadas eran –y todavía lo son-, uno de los ascensores sociales más efectivos de la sociedad estadounidense, por las posibilidades de formación que dan.
“En Annapolis, algunos hombres se enfadaban, pero lo superé– declaró Howard en una entrevista concedida hace unos años a The
New York Times–. En los barcos, al principio, había problemas porque era algo muy nuevo (la presencia de mujeres). Los cambios son difíciles en una sociedad”.
Howard, casada y sin hijos, participó en la guerra del Golfo (1991), en misiones de paz tras la guerra en la exYugoslavia, en operaciones antipiratería en el océano Índico y en la misión humanitaria tras el tsunami en Indonesia. También ocupó puestos de responsabilidad en la sede del Pentágono. En 1999, Howard se convirtió en la primera afroamericana en ser designada capitán de un barco de la Armada, el buque de anfibio USS Rushmore.
La carrera pionera de Howard alcanzó su cenit en el 2014, durante el mandato del presidente Obama, al ser ascendida a almirante de cuatro estrellas, la primera mujer en los casi 240 años de historia de la Armada estadounidense. Le entregaron los galones en una ceremonia en un lugar de mucho significado patriótico, el monumento a las mujeres militares situado en el cementerio de Arlington, junto a Washington. Dos años después pasó a ocupar su actual puesto en Nápoles. Su nombre sonó a principios de año para un cargo en el equipo de Donald Trump. Se la consideró como opción para dirigir el Departamento de Asuntos para Veteranos, un ministerio importante por su labor social, los millones de personas a las que atiende y el presupuesto que maneja.
La otra mujer con protagonismo en el bombardeo a la base de Shayrat fue Andria Slough, la capitán del USS Porter. Slough se graduó en Annapolis, en 1998, con un título de Ciencias e Ingeniería Oceanográfica. La capitán del destructor que, junto al USS Ross, disparó los Tomahawk es una experta en misiles. Como tal fue destinada a la base que el Comando Central estadounidense tiene en Qatar.
El USS Porter lleva el mismo nombre de otro buque histórico, una patrullera de torpedos que participó en el bloqueo de Cuba, durante la guerra hispano-estadounidense de 1898, en el bombardeo de San Juan de Puerto Rico y en el desembarco posterior en la bahía de Guantánamo. Pero eso eran otros tiempos, otros episodios bélicos en los que las mujeres se quedaban en tierra, aguardando con ansia a los marineros, y no eran quienes daban las órdenes para bombardear al enemigo.
La almirante Howard manda las fuerzas navales en Europa y otra mujer capitanea el destructor ‘Porter’