“Buena química” entre Trump y Xi a falta de acuerdos en comercio y Corea
Medios chinos dicen que su presidente ha domado al mandatario estadounidense
El presidente Donald Trump expresó ayer en Twitter su “gran honor” por haber acogido a su homólogo chino, Xi Jinping, y su esposa, madame Peng Liyuan.
No está mal después de todo lo que había dicho de los chinos, que si “asesinos de empresas americanas”, que si “manipuladores de la moneda” o que si “son autores de la mentira del cambio climático” para perjudicar el progreso de Estados Unidos.
“Tremenda buena voluntad y hemos entablado una relación amistosa”. Así prosiguió en su micro mensaje de este sábado antes de matizar que “sólo el tiempo nos dirá qué pasa con el comercio”. El déficit de EE.UU. con China se elevó el pasado año a 347.000 millones de dólares, algo que a Trump le desquicia.
Los secretarios de Comercio (Wilbur Ross), del Tesoro (Steven Mnuchin) y de Estado (Rex Tillerson), reconocieron en una comparecencia conjunta que no se han alcanzado acuerdos concretos ni en comercio, ni en política monetaria ni en Corea del Norte. Sin embargo, Tillerson matizó que “la atmósfera y la química han sido muy buenas”. La prensa china también le ha dado una consideración positiva, aunque precisan que Xi, elogioso con “la cálida recepción” y la construcción de confianza mutua, “ha domado” al volátil Trump.
El portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, emitió un comunicado en el que confirmó que el presidente estadounidense ha aceptado la invitación de visitar China. Se prevé que esto suceda este mismo 2017, pese a que no hay fecha.
La sabatina por Twitter cerró el balance de una visita oscurecida por el propio anfitrión. La Administración Trump tiene una capacidad sin igual para contra programarse. ¿O todo forma parte de un plan estudiado? Los 59 Tomahawk de la madrugada del viernes lanzados en Siria eclipsaron el encuentro entre los presidentes de las dos mayores economías del mundo celebrado en la Casa Blanca del Sur, es decir, en la mansión del magnate en Mar-a-Lago (Florida). El invitado regresó el viernes por la tarde a su país después de experimentar un espectáculo sin parangón.
Hay que ponerse en contexto. Ahí están las dos primeras familias, reunidas en torno a un filete de vaca americana cocinado al estilo Nueva York. No se ha especificado si, como hace habitualmente Donald Trump con sus subalternos, impuso su gusto de cocción, que es el de la carne bien hecha, tirando a suela de zapato.
El caso es que están ahí, y Trump informa a Xi algo más o menos de esta guisa: “En cuanto nos levantemos, me voy a disparar misiles contra el régimen de Bashar el Asad”. China ha secundado a Rusia en frenar represalias contra el Asad en la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Fuentes oficiales insistieron que Trump esgrimió la necesidad de que Pekín colabore con la comunidad internacional para frenar la locura nuclear de Kim Jong Un, el dictador de Corea del Norte, al que China mantiene como aliado. ¿No podía esperar un día para poner en marcha la maquinaria militar? Hay analistas que remarcan que no se trata de falta de respeto, sino de algo calculado para demostrar poderío. Que sirva de aviso para la geoestrategia con Corea del Norte. La respuesta dada a Siria, tras la presunta responsabilidad del régimen de Damasco en el bombardeo con gas, sería de aplicación en territorio asiático.
La advertencia consistiría, siempre según esos expertos, en subrayar que si China no hace más y sigue apoyando a Kim Jong Un, Estados Unidos intervendrá por su cuenta para coaccionar al dictador Piongyang.
Pero existe otra perspectiva bastante menos elogiosa sobre la actitud de Trump. “Dudo que Pekín lea las cosas de esa manera”,
El ataque a Siria, que oscurece la visita, se ve como un aviso a Pekín por Corea o un ejercicio de estupidez
sostiene James Palmer respecto a esa capacidad de impresionar atribuida a Trump.
“China es consciente de las capacidades militares de Estados Unidos y su alcance... Lo que continuamente les sorprende, sorpresa placentera, es la estupidez de Estados Unidos y el uso de su fuerza”, añade en su artículo para
Foreign Policy. “El bombardeo podría haber sido una muestra de trato irrespetuoso, pero también es el recordatorio de la tontería fundamental, desde el punto de vista chino, de las decisiones de EE.UU. en política exterior”.