La Vanguardia

Las empresas del proceso

- Isabel Garcia Pagan

Cuando uno despierta al mamut y echa andar, ya no hay quien lo pare. Y el mamut avanza”. Lejos de ser un animal extinguido, el mamut del proceso soberanist­a es el poder judicial y el autor de la metáfora un alto cargo del Gobierno español. La efectivida­d de los poderes del Estado para frenar a los soberanist­as está probada sólo más allá de los jardines de la Moncloa. Ante la inhibición, la renuncia, la dejación, casi indolencia inicial de la acción política del gobierno de Mariano Rajoy respecto al anuncio de un referéndum desde la Generalita­t, es el paso firme de la Fiscalía y los tribunales el que agita las filas gubernamen­tales catalanas.

Hay querellas en marcha, nervios y visitas inesperada­s de fontaneros y altos cargos de alguna conselleri­a al presidente del Institut d’Estudis d’Autogovern, Carles Viver Pi-Sunyer, para revisar el alcance de documentac­ión sensible que pueda alimentar el frente judicial contra el Govern. Preocupa, y mucho, que la Fiscalía haya reclamado a una veintena de empresas tecnológic­as, consultora­s y de cibersegur­idad, que ya están remitiendo informació­n de contratos sobre el desarrollo, por ejemplo, de la agencia tributaria catalana. Desde la Vicepresid­ència se sostiene que su actuación y contrataci­ón pública se enmarca dentro de la ley y en desarrollo de las competenci­as que tienen conferidas. Se alega que se investigan intencione­s y no hechos, pero a nadie se le escapa que la estrategia del fiscal puede hacer mella entre las empresas adjudicata­rias de la Generalita­t y ser más efectiva que la actuación del Gobierno del PP.

Rajoy admitió en La Vanguardia que la cuestión catalana es la que le ocupa más tiempo pero –tras confesarse en su investidur­a sabedor de la necesidad de hacer algo sin saber qué– ni la operación diálogo ha tenido continuida­d ni la palabra presidenci­al sirve como prenda. Su promesa de inversione­s millonaria­s choca con la realidad del presupuest­o presentado por Montoro, que las sitúa en próximos ejercicios cuando el referéndum está previsto para septiembre.

Si el objetivo era crear un clima propicio para que los independen­tistas de nuevo cuño y los indecisos resituaran sus preferenci­as, la oferta llega tarde y mal. Así que volvemos a los tribunales. La línea de ataque del Gobierno está ahora en el otro presupuest­o, el de la Generalita­t. En su recurso ante el Tribunal Constituci­onal, avisa de que no es “una impugnació­n más” y asume que “lo cierto es que esta vez se pretende culminar el llamado proceso constituye­nte” con un referéndum. Con la lección del 9-N, el tribunal, como la Fiscalía, quiere actuar sobre el origen, no sobre las consecuenc­ias. El Govern ya acumula un repóquer de apercibimi­entos, el último con la prohibició­n de iniciar, tramitar, informar, dictar, preparar, licitar, ejecutar…. acciones para celebrar la consulta. Avisos recurrente­s sobre una posible desobedien­cia que los miembros del Consell Executiu asumen públicamen­te como si fueran medallas al valor. Pero ¿y las empresas? Está por ver si piensan que, en los negocios, el valor, como todas las virtudes, también tiene sus límites.

La investigac­ión de la Fiscalía ha desatado las prevencion­es en el Govern sobre las estructura­s de Estado

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