La Vanguardia

El sambenito de traidor

La presión de la Fiscalía sobre el Govern para impedir el referéndum se acentúa. En el PDECat y ERC son cada vez más consciente­s de la dificultad de celebrar una consulta con mínimas garantías, pero nadie se atreve a confesarlo en público ni a adoptar otr

- SIN PERMISO Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

El referéndum prometido por los partidos independen­tistas para septiembre sólo podrá celebrarse bajo un elevado coste en recursos políticos, es decir, con el procesamie­nto y probable condena de un número indetermin­ado, pongamos decenas, de dirigentes y altos cargos. E incluso así resultará difícil. Lo admiten en privado todos los actores del proceso soberanist­a con responsabi­lidad en la materia. El Gobierno central se empleará a fondo para que no se llegue siquiera a su convocator­ia. La Fiscalía ya ha lanzado avisos muy contundent­es dirigidos no sólo a políticos, sino también a funcionari­os y empresas, sobre las consecuenc­ias penales de cualquier actuación dirigida a celebrar el referéndum. Esa constataci­ón ha llevado a algunos miembros del PDECat y de ERC a plantearse si vale la pena hipotecar a sus líderes para intentar una consulta que técnicamen­te será muy difícil de llevar a la práctica en condicione­s óptimas y, por tanto, concluyent­es. Pero nadie lo va a decir en público porque lo que se dirime es quién apechuga con el sambenito (en catalán sería mejor la llufa) de traidor si en algún momento hay que asumir que el referéndum no puede celebrarse con mínimas garantías.

El único dirigente que tiene claro que desea arriesgarl­o todo es Carles Puigdemont . En el resto circulan diferentes gradacione­s sobre hasta dónde habría que llegar. Y esas dudas han sembrado aún más recelos entre los dos socios de gobierno. Mientras Puigdemont está convencido de que Oriol Junqueras elude la tarea de preparar el referéndum para evitar la inhabilita­ción, el líder de ERC no está dispuesto a asumir riesgos innecesari­os si son en solitario, es decir, si no tiene la certeza de que sus aliados en el Govern seguirán hasta el final. Mientras Junqueras considera que los consellers implicados en el referéndum –Presidènci­a, Governació, Ensenyamen­t o Interior– deberían encargar ya trabajos para hacer posible la consulta, éstos esperan que el vicepresid­ente les dé esas órdenes por escrito. En ambas partes cunden las dudas sobre las opciones de un referéndum bajo la amenaza penal sobre empresas o colegios, pero nadie se atreve a admitirlo abiertamen­te para no cargar con el estigma de la cobardía en la hora de la verdad.

En ese clima se inscribe una reunión secreta que tuvo lugar en la semana del 6 de marzo en la Casa dels Canonges entre los dirigentes de ambos partidos. Los preparativ­os del encuentro iban dirigidos a plantear por primera vez sin ambages entre el PDECat y ERC una salida airosa en el caso de que la presión judicial hiciera inviable el referéndum. Una salida que evitara las mutuas acusacione­s de traición. Pero la cita acabó por discurrir por derroteros opuestos. Fue un reflejo de la relación que mantienen los dos partidos y que se resume en “no seré yo a quien le tiemblen las piernas”. Por el PDECat acudieron su líder, Artur Mas; la consellera Neus Munté; la coordinado­ra del partido, Marta Pascal ,yelsecreta­ri del Govern, Joan Vidal de Ciurana. Por Esquerra, Junqueras; la portavoz parlamenta­ria, Marta Rovira; el portavoz del partido, Sergi Sabrià, y el secretari general de la Conselleri­a d’Economia, Josep Maria Jové. Aunque la mayoría ocupan cargos en el Govern, estaban allí en su condición de dirigentes del partido, lo que justifica una ausencia destacable, la de Puigdemont. El president sería partidario de convocar cuanto antes el referéndum, pero ha expresado a su partido que en ningún caso actuará por su cuenta. Frente a frente, ninguno de los dos bandos quiso quedarse atrás en arrojo y compromiso. Según la versión de varios asistentes, se produjo un primer tanteo con acusacione­s muy veladas, sin reproches explícitos, sobre la dedicación a los trabajos del referéndum. Pero en cuanto Mas se lanzó al ruedo, nadie quiso ser menos. El expresiden­t insistió en su tesis de que es necesario ir más allá de la mera convocator­ia, que hay que conseguir colocar físicament­e urnas para que el Gobierno de Rajoy se vea obligado a actuar de forma que pueda suscitar una respuesta popular de indignació­n. Solo así, sostiene Mas, será posible después abrir una negociació­n con el Gobierno central. De inmediato, Junqueras mostró su firme compromiso con la consulta. Y, a partir de ahí, nadie se atrevió a salirse del guión que ambos partidos mantienen en público.

Sin embargo, eso no significa que se haya disipado la desconfian­za

Las cúpulas de PDECat y ERC se reunieron en secreto en la Casa dels Canonges para evaluar el desenlace del proceso

entre los dos socios de gobierno. Ni mucho menos. Junqueras anunció esta semana que hasta junio no revelará la fecha del referéndum. ¿Por qué no antes? Esquerra es consciente de que en los próximos meses pueden ocurrir muchos imprevisto­s. De hecho, los republican­os creen que lo primero es aclarar si lo que quiere Puigdemont es lo mismo que persigue Mas y si esto, a su vez, es lo que defiende el resto del PDECat. Entre las incógnitas que pueden alterar el tablero figura también la sentencia del caso Palau de la Música, que entre los exconverge­ntes se da por seguro que llegará hacia julio y cómo puede influir en la continuida­d de Mas al frente de su partido. También sigue pendiente el juicio a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Y los nuevos pasos que pueda dar la Fiscalía para impedir el referéndum. En ERC consideran que son demasiadas incógnitas como para asumir riesgos tan pronto. Mientras, los dos partidos continúan mirándose de reojo, pendientes de cualquier síntoma de flaqueza en el rival.

El encuentro acabó marcado por las tesis de Mas, pero no ha disipado los recelos entre los dos socios

 ?? ALBERTO ESTÉVEZ / EFE ?? Mas, Munté, Puigdemont y Junqueras, en el Palau de la Generalita­t el pasado 21 de marzo
ALBERTO ESTÉVEZ / EFE Mas, Munté, Puigdemont y Junqueras, en el Palau de la Generalita­t el pasado 21 de marzo
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