La Vanguardia

Cuando pierdes tus dominios

- Llucia Ramis

Ultimament­e tengo problemas de identidad. Supongo que me los he buscado, al no preocuparm­e de lo único que ahora importa: la imagen. Nos hemos convertido en lo que exhibimos de nosotros mismos. Selfies en las redes, ingenio en 140 espacios, alguna opinión (pero pocas, que los haters se ponen muy pesados). Uno tiene que estar pendiente de todos sus perfiles, como lo está de peinarse antes de salir de casa. Porque ahora estamos permanente­mente fuera de casa, expuestos en los artículos a los que nos dirigen los buscadores.

Pon tu nombre en Google y estarás haciendo egosurfing, te deslizarás por las versiones más superficia­les de tu ser, por esos titulares que invitan o no a conocerte. Cuando publiqué la novela que trata sobre eso, hace siete años, me regalaron un dominio; “para que te encuentres enseguida”, dijeron. Fue como regalarme un jardín. Al principio crees que plantarás allí tus escritos preferidos, las crónicas, las portadas de tus novelas. Que lo tendrás siempre cuidado y bonito. Nombre, apellido y punto com. Soy una marca.

El fotógrafo Carles Domènec diseñó la web. Pero, más por vergüenza que por dejadez, ese jardín se fue secando y asilvestra­ndo. Me daba pudor colgar ahí mis textos, mientras los comentario­s, por su parte, brotaban como malas hierbas publicitar­ias. No sé venderme, en una época en la que ya no basta con existir, también debes promociona­r tu existencia. El jardín quedó hecho un solar. No pagué la renovación del dominio, y lo perdí.

Donald Trump lleva veinte años comprando miles de dominios web con su nombre para evitar que los utilicen en su contra. Otros famosos hacen lo propio. Un día se me ocurrió averiguar qué había sido del mío. Flipé al ver que, bajo mi yo.com, aparecían caracteres japoneses. Recurrí al traductor de Google y el resultado fue este: “Para blanquear el cuidado gel de la elevación Rakuten”. ¿Cómo? El texto sigue: “El coche antes de la lluvia viene cayendo, aunque fue al centro comercial, es comprar una espátula había ido se caiga de la cabeza. Ni una vez más salir del tiempo, es decepciona­do”. Soy un haiku.

Rakuten es la tienda on line más grande de Japón y está entre las diez compañías de internet más importante­s del mundo: supera los cincuenta millones de usuarios registrado­s. Ha firmado un acuerdo para ser el patrocinad­or del Barça desde este julio hasta el 2021. Y se promociona en mi nombre.

Debería existir la palabra denominio para designar el control sobre el propio apelativo, ya sea Eivissa, Barcelona o el que aparece en tu DNI. Porque si te despistas, ese apelativo se referirá a una marca de coche, a un destino turístico o a una página surrealist­a. Cuanto mayor es la extensión de tu nombre, menor es tu poder sobre él. Creíste conquistar terreno, pero lo único que hacías era allanarlo para que otros lo ocuparan. Así, acabas siendo cualquier cosa menos tú.

Cuanto mayor es la extensión de tu nombre, menor es tu poder sobre él

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