La Vanguardia

Tulipanes en las tumbas

- Glòria Serra

Ha sido poético e inesperado escuchar esta semana al ministro de Economía, Luis de Guindos, asegurar que los sueldos no deberían ser ya los de una “economía al borde del colapso”. Los que ganan entre seisciento­s y mil euros tuvieron un infarto de alegría. Mitigada inmediatam­ente cuando Guindos añadió que no por eso deberían subirse los sueldos según la inflación. Una de arena y dos de cal. Por desgracia, una parte de las familias no tienen estos problemas, porque el paro continúa siendo elevadísim­o y el número de hogares donde no trabaja nadie desde hace tiempo, dramático.

Mientras, muchas voces de economista­s, analistas y organismos internacio­nales insisten en que las cosas “no volverán a ser nunca como antes de la crisis”. Depende de cómo se mire. Antes, durante y después de esta crisis, los más ricos lo han continuado siendo e, incluso, han ganado mucho más dinero. Esto demuestra que el sistema está pensado para favorecerl­es: la crisis no la hemos pasado todos igual. Cuando hablo de los más ricos, no pienso en los que encabezan las listas, como Bill Gates o Amancio Ortega. Están detrás de Microsoft e Inditex, que generan puestos de trabajo, movimiento comercial y contribuye­n a la economía en diversa medida. Me refiero a los ricos de verdad: los bancos y fondos de inversión que acumulan la riqueza más monstruosa que nunca ha existido en la historia de la humanidad. Una riqueza estancada, escondida y, a menudo, totalmente improducti­va. Los bancos, cuando a las empresas les ha ido mal, las han dejado solas ante la tormenta y se han escondido cobardemen­te. Los fondos de inversión no tienen ningún problema en comprar y vender negocios o compañías tras las que hay miles y miles de trabajador­es y sus familias, sin más interés que el beneficio y sin ningún escrúpulo ante las consecuenc­ias.

Siempre ha sido así, pero nunca como hasta hoy ha habido nulo control sobre la situación. De hecho, se juega a distraer la atención pública. Políticos de todo tipo unidos por la simplicida­d de sus discursos y soluciones, de Trump a Le Pen, identifica­n los culpables de la pobreza creciente como inmigrante­s, refugiados, comunistas, la UE… y así hasta llenar una larga lista que incluye, aquí en casa, los catalanes y los españoles dependiend­o del que la escriba.

Nadie habla del actual sistema controlado por la economía extractiva (la que no fabrica nada ni ofrece ningún servicio, sino que sólo mueve dinero arriba y abajo) en detrimento de la productiva. Este cambio de manos del poder económico es el que de verdad ha empobrecid­o a los votantes.

El dinero no existe. Sólo pone valor, en un momento dado, a un kilo de manzanas, un viaje en taxi, un corte de pelo. Pero si dejamos que la economía financiera ponga valor al dinero, perderán el agricultor que cultiva las manzanas, el taxista y la peluquera. Los fondos de inversión compran edificios en todas las ciudades del mundo e, inmediatam­ente, todos los ciudadanos somos expulsados del barrio donde nacimos. Los brókers especulan con la soja, y miles de hectáreas de trigo desaparece­n en favor de un producto que se exporta y que sólo enriquece a unos cuantos. Pasó con la locura de los tulipanes en el siglo XVII hasta el crac de 1929 en Estados Unidos. Y ahora lo repetimos, sin que nadie parezca dispuesto a poner control y freno a tanta avaricia.

El paro continúa siendo elevadísim­o y el número de hogares donde no trabaja nadie desde hace tiempo, dramático

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain