La Vanguardia

La leyenda de Kaldi

El origen mítico de una de las bebidas más consumidas del planeta

- A.M.

Cuenta la leyenda que el café fue descubiert­o en los altiplanos del Yemen, en el siglo IX, por un pastor –de nombre Kaldi–, que se dio cuenta de que sus cabras padecían insomnio. El pastor observó que los animales comían los frutos de una planta que siempre estaba verde y decidió probarlos. Inmediatam­ente, entró en estado de excitación. Así pues, entusiasma­do, empezó a loar las virtudes de los frutos de ese arbusto desconocid­o y fue entonces, dice el mito, cuando un imán tuvo la idea de hervirlos, tostarlos, molerlos y preparar una infusión que mantendría despiertos a los miembros de su comunidad en las largas vigilias de oración. Los yemeníes lo llamarían kawa –y de allí derivaría nuestro vocablo

café–, que quiere decir fuerza, impulso y vitalidad. Estaban tan orgullosos de su descubrimi­ento, que pretendían que el café había curado al mismísimo Mahoma y que una vez restableci­do y en pie, el profeta había sido capaz de tirar de cuarenta caballos y de “honrar” a cuarenta mujeres, gracias a los efectos del café.

Todo esto es falso, obviamente, pero lo que sí es cierto es que los yemeníes cruzaban hasta África para buscar esclavos, a los que, una vez capturados, había que hacer llegar hasta un puerto para embarcarlo­s y transporta­rlos de vuelta. En Etiopía hay un gran desierto, el de Danakil. Para atravesar este desierto a pie, muchos de estos esclavos llevaban bayas de café para ir comiendo y poder resistir el viaje, ya que en África el café, antes de ser una bebida, era algo que se comía y se masticaba.

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