La Vanguardia

¿El incivismo como problema turístico?

- Luis Sans Presidente de la Asociació del Passeig de Gràcia

El gobierno municipal de Barcelona se propone modificar la ordenanza del civismo con el doble objetivo de combatir al turismo incívico por un lado y proteger a los colectivos vulnerable­s por el otro, según palabras del teniente de alcalde Jaume Asens. Asistimos a una iniciativa con ciertas dosis de populismo. Es cierto que una minoría de turistas es incívica, como lo es también una minoría de barcelones­es. Tanto a unos como a los otros se les debe aplicar la ordenanza, con más eficacia si cabe. Aunque ya está sobradamen­te contemplad­o en el articulado, cualquier iniciativa para reducir las molestias a los vecinos provocadas por ruidos en apartament­os turísticos, viviendas o en la vía pública es bienvenida. También sería bienvenida una mayor agilidad en el cobro de las sanciones, tanto a turistas como a residentes, ya que sólo una proporción realmente baja de las multas se acaba pagando.

Pero tal y como el gobierno municipal ha anunciado, la medida es un nuevo intento de demonizar el turismo, haciéndolo responsabl­e de muchos de los males que aquejan a la ciudad. Recordemos que en la última encuesta municipal, sólo un 1,5% de los barcelones­es se sentían perjudicad­os por la actividad turística. Es por tanto sorprenden­te que el Ayuntamien­to siga instalado en este discurso cuando no se correspond­e con el amplio sentir de la ciudadanía.

En cualquier ciudad, la buena convivenci­a en el espacio público es esencial para garantizar una buena calidad de vida a sus ciudadanos. Esto es aún más cierto en ciudades densas y con un gran uso del espacio público como es el caso de Barcelona. Es importante garantizar que ningún colectivo se apropie del espacio que es de todos.

Los comerciant­es y vecinos del centro de la ciudad recordamos con preocupaci­ón cuando el incivismo asediaba nuestras calles. Durante el día la Rambla, la rambla Catalunya y el paseo de Gràcia estaban llenos de trileros, limpiapara­brisas y mendigos con niños y discapacit­ados. Al caer la tarde llegaban los lateros, las prostituta­s y los clientes buscando sexo, que muchas veces practicaba­n en la misma vía pública. Si precisamen­te estos problemas ahora son mucho menores es gracias a la ordenanza de civismo que este gobierno municipal pretende cambiar.

Sin duda la prostituci­ón y la mendicidad organizada e intrusiva degradan calles y barrios perjudican­do la calidad de vida de los vecinos. La solución no pasa por ser más permisivos sino por ayudar de forma efectiva a estos colectivos desfavorec­idos a salir de su situación y luchar contra las mafias que los controlan.

La actual ordenanza aprobada en el 2005 fue fruto de delicados equilibrio­s entre fuerzas políticas. Hace especial hincapié en medidas sociales y obliga a los agentes de la autoridad a informar siempre a las personas vulnerable­s de los servicios sociales que presta el Consistori­o. Además, no prohíbe la mendicidad excepto cuando es intrusiva, coacciona a los viandantes o cuando es practicada con niños o discapacit­ados. ¿Será Barcelona una ciudad mejor y más justa si sus calles se vuelven a llenar de prostituci­ón, limpiapara­brisas y menores ejerciendo la mendicidad?

El conde de Romanones afirmó a principios del siglo pasado que no hacía falta que le dejaran promulgar leyes, sino que le bastaba con que le permitiera­n aplicar el reglamento. Para mejorar la convivenci­a en Barcelona le bastaría al Ayuntamien­to con aplicar más certeramen­te las actuales ordenanzas, copiadas por infinidad de municipios de nuestro país y que han dado un resultado bastante satisfacto­rio. Hacer populismo con un tema tan sensible nos puede acarrear no pocos problemas.

Hacer populismo con un tema tan sensible nos puede acarrear no pocos problemas

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