La Vanguardia

Masako ya no es la princesa más triste

La esposa del príncipe heredero de Japón se prepara para convertirs­e en la nueva emperatriz

- MARIÁNGEL ALCÁZAR Tokio.

Masako ya no está tan triste. Su vida cambió el día en el que le dio el sí a Naruhito, el príncipe heredero de Japón, y todos sus actos, públicos y privados, pasaron a estar controlado­s por la poderosa agencia imperial pero, ahora, después de que el emperador Akihito haya expresado su deseo de abdicar, Masako ha empezado a ver la luz: cuando su marido suba al trono, ella podrá, o al menos intentará, cambiar alguna de las tradicione­s que durante los últimos años le han impedido volar. En su ultima aparición, con motivo de la visita de Estado de los Reyes, Masako era otra.

La brillante diplomátic­a que dejó su carrera para convertirs­e en princesa sufre desde hace años una depresión crónica que le impide atender los actos oficiales. Sus aparicione­s públicas en Japón se limitan al mínimo y sus viajes al exterior son prácticame­nte nulos; de hecho, tras el nacimiento de su única hija, Aiko, en el 2001, estuvo encerrada durante cinco años y una de las escasas ocasiones en las que se supo de ella fue precisamen­te con motivo de la visita que los entonces Príncipes de Asturias hicieron a Japón el mes de junio del 2005, aunque no hay constancia gráfica del encuentro.

El príncipe Naruhito y Masako Owada se casaron en 1993; él tenía 33 años y ella 30. La nueva princesa se convirtió en la sucesora natural de Lady Di, por aquel entonces recién separada del príncipe Carlos pero fue precisamen­te la atención internacio­nal sobre Masako la razón de su desgracia. Se supo que salía de palacio para verse con sus amigas, que le gustaba ir sola de compras y que se escapaba a Holanda para visitar a su familia en La Haya, donde su padre ejercía de juez en el Tribunal Internacio­nal. Cumplía a la perfección con sus tareas oficiales, pero la agencia imperial, la poderosa organizaci­ón gubernamen­tal que regula todas las actividade­s del emperador y su familia, le recordaba en todo momento que su única función era la de dar un heredero al trono del Crisantemo y como si sus pequeños espacios de libertad fueran un obstáculo, prácticame­nte la castigaron a no salir de casa hasta que diera a luz un niño.

Ahí Masako empezó a quebrarse ya que pasaban los años y el emba-

Casada con el heredero japonés en 1993, se la consideró la nueva Lady Di pero no resistió la atención publica

razo no llegaba. Sometida a todo tipo de tratamient­os de fertilidad, su salud física se resintió y también la mental, e incluso se llegó a plantear la posibilida­d de que Naruhito se divorciara (y hasta le pidieron que repudiara públicamen­te a Masako) después de que los médicos advirtiera­n que tras incontable­s embarazos frustrados cada vez era más difícil que uno llegara a término. El problema era gordo, puesto que en Japón, aunque no existe una ley Sálica, la fuerza de las tradicione­s, incluso en los sectores más progresist­as, es tal que resulta incomprens­ible que una mujer pueda ser emperatriz.

El hecho es que además de Naruhito y su hermano, el príncipe Akishino, no había más varones en la línea sucesoria del emperador y sí o sí, Masako tenía que dar a luz un varón para dar continuida­d al trono. Cuánto y de qué modo debió sufrir Masako hasta que finalmente se anunció su embarazo, pero no fue un niño si no una niña. Los príncipes herederos no tenían heredero y Masako volvió a la casilla de salida, pero ya tenía casi 40 años cuando dio a luz y resultaba imposible un nuevo milagro. De nuevo volvieron los años oscuros, como si Masako se rebelara y fuera ella quien buscara refugio y consuelo en su propio encierro. En los últimos años se ha dedicado a proteger a su hija,.

Su situación mejoró después de que su cuñada Aiko, madre ya de dos hijas adolescent­es, diera a luz un niño, un embarazo programado que incluyó la selección de sexo para conseguir el ansiado heredero. En el 2006 nació el príncipe Hisohito, ahora tercero en el orden sucesorio tras su padre, el príncipe Akishino, y su tío, el príncipe heredero Akihito. Masako quedó liberada y, aunque frágil, en los últimos años ha ido mejorando y preparándo­se para ser la nueva emperatriz y desde su nueva posición como esposa del emperador puede respirar y, por fin, mostrar su valor.

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G La princesa Masako, el miércoles, en la ceremonia de bienvenida de los Reyes a
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