La Vanguardia

Humor: ¡no tocar!

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CHISTES. España es el país occidental que más valora el humor: un mal chiste se pena con cárcel. Carrero Blanco (allá en lo alto) salta de alegría, y los humoristas (aquí abajo) se sienten muy honrados por la alta considerac­ión en que les tienen las autoridade­s y la ley. Una tuitera chistosa está pagando con prisión su mal chiste, y ahora también podría llegarles el turno a los humoristas televisivo­s Wyoming y Dani Mateo (La Sexta), por atreverse a bromear sobre la cruz del monumento del Valle de los Caídos: ya han sido denunciado­s, y la denuncia rápidament­e admitida a trámite, ¡por supuesto! Estamos en España, país en el que eres libre para pensar que una cruz es fea, muy fea.., pero si osas decirlo te arriesgas gravemente a perder libertad y patrimonio. Que lo sepas, que sepas que si un día España fue un país relajado, risueño y jocoso, ya no lo es: vuelve a ser iracundo y trágico, susceptibl­e y ridículo, con el bigotito de la mala leche. El humor –bueno o regular o malísimo– está convirtién­dose aquí en una sustancia muy peligrosa, y auguro que pronto será mercadería clandestin­a. Por eso propongo abrir locales privados en enclaves secretos en los que, previa contraseña –toda precaución sera poca– podremos reunirnos algunos iniciados en el goce del humor sin barreras, dispuestos a escuchar todo tipo de chistes salvajes sin rasgarnos las vestiduras, por mucho que bromeen sobre todo lo noble y puro, sobre desfavorec­idos, víctimas, la memoria de los muertos –incluidos los nuestros– y los símbolos más sagrados. Será una catarsis en oscuros lugares

Eres libre para pensar que una cruz es fea.., pero si lo dices te arriesgas a perder tu libertad y patrimonio

como las cuevas del sado, pero para contarnos chistes sin que los guardianes de la corrección nos despelleje­n y encarcelen.

GOYA. Aplaudo la imaginació­n para el mal de los ejecutivos de Telecinco, que no tiene límites. Ahora han decidido convertir obras maestras de la pintura en inspiració­n para las coñas del plató de Sálvame, cada jueves. Esta semana le ha tocado a “La maja vestida” de Goya, por ejemplo. Y hemos visto a la periodista Chelo García Cortés convertida en maja de cuadro, profusamen­te maquillada y vestida a la goyesca manera, lentillas oscuras incluidas. Un trabajo arduo. Si Goya quiso ser pintor popular, lo ha conseguido. Chelo García Cortés, habillada como maja, se entrega a toda suerte de burlas en el plató, hasta quedar patas arriba entre volantes, lazos y miriñaques, sabedora de que su superviven­cia laboral exige estas sevicias. Procura sobrelleva­rlas con humor, pero lo que de verdad nos gusta es llegar a ese punto en que la pobre ya no soporta más chanzas a su costa –esta vez le acusaron de no llevar ropa interior–, se le quiebra la paciencia, se indigna y abandona el plató. Es lo que más gusta al (sádico siempre) telespecta­dor. Los colaborado­res de Sálvame saben que el espectácul­o debe continuar y aprenden a dejarse llevar hasta los propios límites de su dignidad. Por la noche, Chelo García Cortés llega a su casa destrozada por tanto esfuerzo en el lomo y tanto cachondeo en la chepa, y se consuela pensando que ser un zarandeado personaje de Goya le permite pagar la luz. Se mete en la cama, suspira y la apaga.

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