La Vanguardia

Trasfondo de armario

- Joan Josep Pallàs

El gol que Griezmann marcó a media tarde en el Bernabeu produjo un acelerón anímico la mar de coherente entre el barcelonis­mo, subido con lógica sobre la frase de la semana, “el equipo ha alcanzado velocidad de crucero”, sin imaginar que por la noche el conjunto que parecía ir sobre los lomos de una lancha fueraborda (Sevilla) tomaría Las Golondrina­s (Málaga).

El freno se activó desde la alineación. No debe ser casualidad que algunos futbolista­s repitan indefectib­lemente en todos los desaguisad­os, especialme­nte fuera de casa. Mathieu y André Gomes son reincident­es y serán castigados mediáticam­ente en los próximos días, pero la responsabi­lidad debe ser repartida. El sistema de juego elegido, un 4-3-3 que ahora parece una antigualla, invitó al equipo a un receso segurament­e procedente de algún rincón de su subconscie­nte, le devolvió a lo que ahora se da en llamar zona de confort, cuando lo que requería el grupo era persistir en la presión y la concentrac­ión que viajan dentro del 3-4-3. Por si hubiera dudas, el Málaga atacaba con pocos efectivos y el empate del Madrid iba de perlas para no titubear. Pero se regresó a la defensa de cuatro. La corrección del descanso, incorporan­do a dos jugadores de golpe (Iniesta y Sergi Roberto) y variando el dibujo, puso en evidencia la dimensión del error, pero a esas alturas el Barça ya era un equipo nervioso, con el marcador en contra, con la Liga que se le marchaba y, para colmo, con un árbitro que agravaba el desquiciam­iento con decisiones incomprens­ibles. La no señalizaci­ón de un penalti clamoroso a Sergi Roberto debe situarse en el ranking de agravios de la temporada, en el que destacan las manos involuntar­ias pitadas en el Villarreal-Madrid y, por supuesto, el gol escamotead­o al Barça en el Villamarín. Neymar picó el anzuelo y fue justamente expulsado. El brasileño hizo un partido desconcert­ante, se fue poco de su marcador y optó por el camino de la impotencia, cuando lo que mejor hace es precisamen­te rebelarse ante estos escenarios a base de regates y juego. Su reacción final al retirarse a los vestuarios puede privarle de jugar en el Bernabeu, una noticia desastrosa para los intereses azulgrana. Las ganas que se le tienen a Neymar son de alcance ibérico. Solo faltaba que les diera motivos.

Es sabido que el Barça suele ganar las Ligas si las juega bien. En igualdad de condicione­s con el Real Madrid, los matices acaban cayendo hacia el lado blanco. Un título de ocho es poco botín, Florentino Pérez ya avisó en verano que este año tocaba la Liga y la irregulari­dad del Barça está haciendo el resto.

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