El “sujeto”

ADA Colau y su entorno se refieren al partido que acaban de crear el pasado fin de semana como “el sujeto”. Un concepto frío e impersonal. Pero es que partido se ha convertido en un término aborrecible para los gurús de la nueva política. Los partidos están muy mal vistos. Aquella definición sencilla y virginal del recientemente fallecido Giovanni Sartori del partido como “grupo político que se presenta a unas elecciones para situar candidatos a cargos públicos” ha acumulado tanta inmundicia que hasta la palabra provoca urticaria. Así que antes “sujeto” que “partido”. Cualquier político que aspire a un liderazgo abomina del partido y, si se tercia, de la ideología.

A los seis meses de convertirse en alcaldesa de Barcelona, Colau anunció, en enero del 2016, que impulsaría una nueva fuerza política en Catalunya, además de buscar la mayor influencia posible en Madrid. Colau no quería una confluencia como la que se presentó deprisa y corriendo a las últimas catalanas, sino un partido compacto y con ambición. Eso de las confluencias tuvo su momento, pero la palabra ya empieza a connotar popurrí y cierta sensación de provisionalidad.

El sujeto es de izquierdas, claro, aunque vayan quedando atrás consignas del activismo y del 15-M. Pero llega al paroxismo en su afán por abarcar en armonía todas las sensibilidades nacionales. Según su credo, todo catalán que desee seguir en España será bienvenido al Estado plurinacional, mientras que el independentista podrá apuntarse a una república catalana que compartirá soberanía con el Estado español como este hace con la UE. Otra cosa es cómo alcanzar esa mezcla prodigiosa de agua y aceite. Colau se prepara para recoger no sólo los frutos de la crisis económica, sino también de la institucional. Cuando los trenes choquen, ofrecerá cobijo a partidarios desengañados del

procés, a los hastiados y a los detractores. Y hasta a los indiferentes, si alguno queda. El sujeto no les pedirá afiliación nacional.