Dana Rohrabacher
MIEMBRO DEL CONGRESO DE EE.UU.
El congresista republicano por California y presidente del Subcomité de Europa en la Cámara de Representantes de Estados Unidos plantó a destacados miembros del Gobierno español después de trasnochar en Barcelona.
Perder el AVE es un irritante inconveniente –donde lo hay–, pero perder el AVE y plantar al Gobierno de un país, siendo político profesional, es un tanto valleinclanesco. O mejor, parece un episodio de la gran novela barcelonesa, La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza. Los congresistas estadounidenses Dana Rohrabacher y Brian Higgins (republicano de California, el primero; demócrata de Nueva York, el segundo) pasaron el fin de semana en Barcelona. Se reunieron con la presidenta del Parlament, miembros de los grupos y el delegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo. El pasaje catalán del viaje terminó el domingo con una cena en el Palau de la Generalitat con el president, Junqueras y Romeva, en que se analizó la situación política “catalana y europea”. La visita fue divulgada en una nota de prensa del Govern como un nuevo hito de la diplomacia catalana para el referéndum.
En teoría, al día siguiente, el lunes, debían estar en Madrid, pero no llegaron al tren y dejaron plantado al secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, y al grupo de asesores de la Moncloa que los esperaban. Ya por la tarde debían reunirse con el ministro de Exteriores, Alfonso Dastis. El ministro delegó en el responsable de relaciones con América del Norte, Fidel Sendagorta, a la vista de los plantones de la mañana.
Las autoridades consulares estadounidenses guardan un silencio comprensible, porque la causa de estos sucesivos plantones fue, según publica el diario madrileño
El País, citando fuentes del Ministerio del Interior, que trasnocharon “muchísimo” en Barcelona. Muchísimo, aplicado al trasnoche, es un adverbio raro, salvo que se trate de un error de traducción o de una hipérbole de las fuentes citadas. Trasnochar muchísimo es hacerlo a menudo. En una sola noche, lo siguiente a trasnochar mucho es lo que en Castilla llaman “ir de empalmada” y en Bilbao “hacer gaupasa”.
La reunión en la Moncloa la tenían fijada los congresistas a eso de las 9.30 del lunes, lo que quiere decir que el AVE que perdieron era el de las 5.50. Como mucho, el de las 6.25, que llega a Madrid a las 8.55. Así que, a poco que la noche se alargase, es probable que si querían coger el tren tuvieran que pasar por el hotel de la calle Pau Claris a recoger las maletas, lavarse la cara y salir volando hacia Sants. No hay testigos, en todo caso, porque dicen los próximos a Puigdemont que el domingo él se recogió antes de medianoche. Como Cenicienta.
Rohrabacher, que en Barcelona se pronunció “a título personal” en favor del referéndum, es un congresista peculiar. Su ronda por Europa está centrada en la legalización terapéutica del cannabis, por la que trabaja en su país y cuya agenda lo llevó a Holanda y lo llevará a Berlín. Es un congresista rusófilo, partidario de un referéndum soberanista en Texas, afín a Donald Trump, negacionista del cambio climático y partidario de endurecer al máximo la política contra los inmigrantes. Y lo mismo le gusta la secesión que la adhesión por la fuerza: apoya a Vladímir Putin en Crimea y en Georgia. La Georgia del mar Negro, no la de Lo que el viento se llevó.