Mercados de migrantes
Los migrantes subsaharianos son exhibidos en plazas y vendidos al mejor postor, por entre 200 y 500 dólares, denuncia la OIM
En medio del caos en que ha caído Libia proliferan lugares donde los migrantes que atraviesan África camino de Europa son capturados y vendidos como esclavos al mejor postor por precios que oscilan entre los 200 y los 500 dólares.
El pozo de horrores en que se ha convertido Libia para los migrantes en ruta hacia Europa, sobre todo los de piel negra, no deja de alcanzar nuevas cotas de atrocidad. En pleno siglo XXI, los mercados de esclavos han resurgido en este país sumido en la guerra y el caos, denuncia en un comunicado la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
“Los subsaharianos son llevados en grupos a plazas en medio del pueblo o en aparcamientos públicos donde la gente acude para comprarlos. Hombres, mujeres y niños son exhibidos y subastados”, explica en una entrevista telefónica con este diario Giuseppe Loprete, jefe de misión de la OIM en Níger. “Se trata de mercados de esclavos modernos”, añade Loprete, quien subraya que la definición no es suya sino de los propios migrantes que lo han vivido en sus carnes y cuyo testimonio ha recogido en las últimas semanas. “A los esclavos de la antigüedad los trataban mejor que a nosotros”, le dijo un chico senegalés que la semana pasada volvió a su país después de varios meses cautivo en Libia.
Los relatos de los supervivientes ciertamente recuerdan a las viejas historias de esclavitud. Los migrantes pasan de un traficante a otro, sometidos a brutales palizas y en muchos casos violaciones, forzados a trabajar sin cobrar. El precio por migrante en estos mercados va de los 200 a los 500 dólares, según el beneficio que los traficantes estimen que puedan sacar de él. Los subsaharianos son comprados para la extorsión (les obligan a pedir dinero a sus familias), para ser explotados sexualmente (sobre todo las mujeres) o para realizar trabajos de agricultura o construcción.
En su comunicado, la OIM recoge la historia de S.C., un senegalés cuya identidad no es desvelada por seguridad, quien explicó a Loprete que fue vendido en uno de estos mercados en Sabha, en el sudoeste de Libia. Aunque había pagado 320 dólares a un traficante para que le llevase a Libia desde Agadez (Níger), al llegar a Sabha el conductor aseguró que no había recibido un duro. Así que se cobró el viaje de otra forma: le llevó a un parking donde decenas de subsaharianos eran vendidos. El negocio está en manos de libios, pero con el apoyo de traficantes de Ghana y de Nigeria, según S.C.
Una vez vendido, le metieron en una suerte de cárcel, que en realidad era una casa privada donde un centenar de migrantes permanecían cautivos. Allí los traficantes intentaban sacar tajada de su inversión: los rehenes eran obligados a llamar a sus familiares y pedirles dinero para que pudieran salir en libertad. A S.C. le pedían 480 dólares. Como no los conseguía, su dueño se impacientó y lo vendió a otro libio, que le llevó a otra casa más grande y aumentó el precio por su libertad: 970 dólares.
Al fin, S.C. logró que le mandaran algo de dinero y luego se puso a trabajar de intérprete para sus captores, para evitar palizas. Tuvo suerte: otros que no pudieron pagar fueron asesinados o se les dejó morir de hambre.
El relato de las víctimas demuestra que existe un verdadero engranaje al servicio del gran negocio que suponen los migrantes. “Cuando esta especie de cárceles se quedan vacías, ya sea porque hay bajas o porque han trasladado un gran grupo más al norte, los traficantes traen a los siguientes”, señala Loprete. Destaca además el factor racista: los migrantes de otros países árabes no son tratados con la misma crueldad que los subsaharianos.
La OIM trata de dar a conocer esta realidad de horror en el África subsahariana para evitar que más personas se embarquen en un camino tan peligroso. La organización, que depende de la ONU, tiene también un programa de retorno voluntario para los que, a medio camino del éxodo, se arrepienten y deciden volver a su país. El deterioro de las condiciones en Libia está haciendo crecer el número: en lo que va de año, la OIM ha ayudado a 1.500 personas a volver a sus países; en todo el 2016 fueron 5.000.
Los migrantes pasan de un traficante a otro, sometidos a palizas y violaciones, forzados a trabajar sin cobrar