“Evitemos acorralar a Rusia”
El G-7 elude hablar de sanciones e intenta convencer a Putin de dejar a El Asad
El suave paisaje toscano y la mediación italiana contribuyeron, quizás, a que el G-7 encontrara ayer un tono diplomático con Rusia que fuera exigente y, a la vez, mimara su orgullo de superpotencia. Los ministros de Asuntos Exteriores de los siete países más industrializados (Estados Unidos, Japón, Canadá, Francia, el Reino Unido, Alemania e Italia), reunidos en la bella localidad de Lucca, emplazaron a Moscú a abandonar al régimen de Bashar el Asad, al tiempo que reconocían el papel imprescindible ruso para solucionar la crisis siria y otros problemas internacionales.
Entre los participantes en el encuentro hubo matices muy diversos, del dulce al ácido, según el carácter de cada personaje y la actitud de su Gobierno. El ministro italiano y anfitrión, el siempre sonriente Angelino Alfano, destacó que “hay que dialogar con Rusia, evitando acorralarla” e intentando que “se implique” en una solución política para Siria. “Sería equivocado crear condiciones para el aislamiento de Rusia”, insistió Alfano, quien admitió que no hay consenso sobre nuevas sanciones a Moscú. El ministro italiano presentó como un éxito que el encuentro de ayer fuera ampliado, a última hora, a los ministros de Asuntos Exteriores de Turquía, Jordania, Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, todos del frente contra El Asad.
El secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, fue más expeditivo y duro en sus argumentos. “Rusia se ha alineado con el régimen de El Asad, con los iraníes y con Hizbulah”, declaró tras finalizar la conferencia, y se preguntó: “¿Es esa una alianza a largo plazo que sirve el interés de Rusia?”. “Esperemos que el Gobierno ruso llegue a la conclusión de que, con Bashar el Asad, se han alineado con un socio no fiable –agregó Tillerson, poco antes de emprender vuelo hacia Moscú–. Está claro que el reino de la familia El Asad está llegando a su fin”.
En términos parecidos se pronunció el titular de Exteriores francés, Jean-Marc Ayrault, para el cual “no hay una solución para Siria con El Asad en el poder”.
El reciente ataque con armas químicas y la consiguiente represalia estadounidense también fueron abordados. Tillerson reiteró que no puede permitirse que el Estado Islámico (EI) o cualquier grupo extremista se haga con el control de arsenales químicos para usarlos contra EE.UU. o sus aliados. “Tampoco podemos aceptar la normalización del uso de armas químicas por otros actores o países en Siria o en otros lugares”, concluyó.
Washington logró, en efecto, que en el comunicado conjunto, de 30 páginas, se incluyera una mención explícita de respaldo de sus socios y aliados al reciente ataque con misiles Tomahawk norteamericanos –lanzados desde dos destructores en el Mediterráneo oriental– contra la base aérea siria de Shayrat. Según el texto acordado por el G-7, esta acción militar fue “una respuesta, cuidadosamente calibrada y limitada en su alcance, a este crimen de guerra” (el ataque con armas químicas del 4 de abril) y “fue dirigida a objetivos militares sirios para prevenir y disuadir de la proliferación y uso de mortíferas armas químicas en Siria”.
Los siete grandes –un club creado en plena guerra fría, a mediados de los setenta del siglo pasado, y que no incluye a China, la segunda potencia económica mundial– dedicaron la parte más sustancial del comunicado a analizar la cuestión siria y la actitud de Rusia. Instaron a El Asad y a quienes lo apoyan, con mención expresa a Rusia e Irán, a facilitar la ayuda humanitaria a la población. Fue significativo que, tanto en el caso de Siria como en el de Irak y Ucrania, el G-7 se pronunciara por el mantenimiento de la integridad territorial de estos países.
REACCIÓN AL ATAQUE QUÍMICO Tillerson recibe el respaldo total al bombardeo de la base aérea siria CAMBIO DE RÉGIMEN “No hay solución con El Asad en el poder”, advierte el ministro francés Ayrault
Parece haber consenso en que abrir la caja de Pandora de un cambio de fronteras complicará aún más las cosas en la región.
El G-7 puso por escrito su voluntad de cooperar con Rusia y de darle responsabilidad. “Reconocemos que Rusia es un actor internacional importante y que hay crisis regionales y desafíos globales que no pueden resolverse sin la cooperación con Rusia”, señaló el comunicado. Entre los campos de colaboración, se mencionó la lucha antiterrorista, la gestión de la crisis migratoria, el freno a la proliferación de armas de destrucción masiva y la protección del medio ambiente.
Este interés conciliador del G-7 no impide, sin embargo, una severa reprimenda a Rusia no sólo en el caso de Siria sino también de Ucrania. Los siete grandes no aceptan como hecho consumado e irreversible la anexión de la península de Crimea ni la existencia de territorios secesionistas protegidos y alentados por Moscú.
A propósito de Ucrania, Tillerson planteó, durante la reunión, una pregunta provocadora a sus colegas. Se interrogó sobre por qué los “contribuyentes” norteamericanos (en el mundo anglosajón se usa mucho la expresión taxpayers para referirse a los ciudadanos en general) deberían preocuparse de Ucrania. Lo hacía para justificar, en parte, esa retórica aislacionista con que Donald Trump inició su presidencia pero que ahora está en revisión. Ayrault le contestó de manera categórica. Según el ministro francés, los contribuyentes estadounidenses tienen un interés evidente “en una Europa segura y fuerte política y económicamente”. “No os interesa una Europa débil, rota en pedazos y débil”, recalcó Ayrault.
El G-7, como expresión del Occidente liderado por EE.UU., pretende ser un garante de estabilidad y de promoción de la democracia y los derechos humanos, aunque muy a menudo fracase en sus objetivos. Dedicó reflexiones a los problemas del Sahel y de África en general, sobre todo la penetración de grupos yihadistas, mostró que está atento al compromiso nuclear de Irán y que promueve un acuerdo entre israelíes y palestinos.
Bajo influjo italiano, los ministros añadieron al texto una mención al patrimonio cultural amenazado en áreas de guerra y conflicto. Roma, una potencia en el ámbito de la restauración, promueve en el seno de la ONU la creación de contingentes de cascos azules de la cultura que sean enviados para impedir o paliar en lo posible atentados contra el patrimonio de la humanidad como los cometidos por el Estado Islámico en Palmira o, años atrás, por los talibanes en Afganistán.