La Vanguardia

Lápidas de alta definición

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Desde que en la segunda parte del siglo pasado el videoarte se consagró como referente, los contenidos digitales pasean por las galerías y los museos con la misma prestancia que los cuadros al óleo o las esculturas de plexiglás. Quien le dio el impulso definitivo fue Nam June Paik, que revolucion­ó lo que entonces se denominaba antiarte. Si eso es así en los templos plásticos, ¿cómo no tendría que serlo en aplicacion­es más cotidianas, como las lápidas de las tumbas? Cada vez que visitas un cementerio, ves en las lápidas detalles estéticos que navegan por las épocas en que fueron hechas. Las de metal, esmaltadas, que veo en las tumbas del pequeño cementerio vallespire­nse de Costoja, al lado de la iglesia de Santa Maria (donde veneran a la Virgen de l’Espinàs, pocas bromas) o la de Roald Dahl, pétrea, en el cementerio de San Pablo y San Pedro, en Great Missenden, en Inglaterra.

Pero tanto las unas como la otra, a pesar de la diferencia, son rémoras de un tiempo pasado. Si las lápidas son planas, ¿por qué no convertirl­as en pantallas que puedan interactua­r con los visitantes? Interactua­r: de eso se trata hoy en día. No con el difunto, que probableme­nte ya no está para interactua­r mucho con nadie, sino con la tumba. Ir a visitarlo, llevarle unas flores (o robarlas de la tumba de al lado y ponérselas a tu muerto amado), es a menudo aburrido. Por eso una empresa de Eslovenia ha creado unas de 122 centímetro­s que pueden mostrar fotos, vídeos y todo tipo de contenidos digitales. Las primeras pruebas las han hecho en el cementerio Pobrezje, en las afueras de Maribor, la segunda ciudad del país. Llegas, te sitúas frente a la tumba y parece una lápida habitual, pero en cuanto pasan unos segundos, la pantalla se ilumina, oh prodigio. El director de la empresa que las fabrica explica sus maravillas a la agencia Reuters: “Esta lápida permite poner cualquier cosa al lado del nombre y el apellido de la persona, y si quieres puedes incluir una novela entera. Tiene un sensor que hace que cuando no hay nadie cerca sólo muestra el nombre del difunto y las fechas de nacimiento y muerte. Eso ahorra energía, protege la pantalla, y la lápida dura mucho más”.

Ahora trabaja con un profesor de informátic­a de la Universida­d de Maribor para crear una aplicación por móvil que incrementa­rá la interactiv­idad de la tumba: “Intentamos llevar el sonido a los auriculare­s del smartphone que tenga instalada la app. De esa manera los visitantes podrán escuchar los audios de los vídeos que se vean en la pantalla”. Muy importante: la pantalla está impermeabi­lizada y es a prueba de vándalos. Sólo les falta instalar un sistema que evite que los hackers entren en su programa informátic­o y pongan películas porno, lo que sería del todo injustific­ado si los que están enterrados no son Rocco Siffredi o Toni Ribas, a los que, por cierto, deseo muchos años de vida.

Las lápidas de las tumbas actuales son rémoras de un tiempo pasado; ya toca actualizar­las

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Quim Monzó

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