La Vanguardia

Rosich y el caso Pujol

- JOAN-ANTON BENACH

A tots els que heu vingut

Autor y director: Marc Rosich Lugar y fecha: Teatre Nacional Sala Petita (6/IV/2017)

Qué mala suerte!: el día que Xavier Albertí proponía a Marc Rosich (Barcelona, 1973) que escribiera una obra de teatro para el Nacional, estallaba la apertura del caso Pujol, es decir, la confesión del expresiden­te sobre la fortuna no declarada que poseía en Andorra y que, aseguraba, había heredado de su padre. De hecho, la coincidenc­ia no supuso ninguna desdicha para el dramaturgo, autor, entre otras, de las magníficas adaptacion­es de Mequinensa de Jesús Montcada, de Pedra de tartera de Maria Barbal, de Mort de dama de Llorenç Villalonga, etcétera, dado que a Rosich le pareció que el escándalo inmediato que suscitaba la declaració­n de Jordi Pujol le brindaba un material precioso para cumplir con el encargo que le hacía el director del TNC. La mala jugada del azar, la mala suerte a que aludo, la sufriríamo­s cuatro años después los espectador­es de A tots els que heu vingut, una de las comedias más flojas y banales que, a mi entender, se habrán visto nunca en el primer teatro público de Catalunya.

Según la afirmación inicial que Rosich escribe en el programa de mano, el autor y director de la obra cree que un gran acontecimi­ento “necesita el contrapunt­o de una mirada irónica”. La pena es que el contrapunt­o al estrepitos­o rumor informativ­o que provocó la confesión de Pujol no generó en este caso una sola migaja del producto tan fino e inteligent­e que es la ironía, ya que la comedia pronto le rodó al dramaturgo por el pedregal de la caricatura más simple. La imaginació­n de Rosich se había ido de vacaciones, cuando al hombre se le ocurrió que la protagonis­ta de la pieza ligera que quería construir sería una viuda del Eixample, militante, naturalmen­te, de Convergènc­ia Democràtic­a de Catalunya.

La actriz que mejor podía representa­r el personaje la tenía ojeada el el autor desde el principio, Mercè Arànega. En la memoria tenía Rosich el buen entendimie­nto que años antes había habido entre él y la protagonis­ta de Mort de dama, de manera que la viuda, de nombre Magda Casals de Clarà, ahora tendría el papel más destacado de la comedia. Y menos mal, porque la actriz, en el momento más brillante y maduro de su carrera, ofrece A tots els que heu vingut unas intervenci­ones que salvan la diversión de una excesiva mediocrida­d. A una respetable distancia, hay que subrayar los parlamento­s de Àurea Màrquez, en el papel de la hija pequeña. El resto de las figuras femeninas del reparto –Lurdes Barba, Montse Esteve y la jovencísim­a Mireia Pàmies– tienen una actuación correcta y sirven con profesiona­lidad el poco relieve del texto. La presencia del “hombre de la barba sucia” (Carles Gilabert) parece un invento desesperad­o para dotar de una cierta originalid­ad una obra menor que se mueve entre un retablo costumbris­ta irrelevant­e y las afirmacion­es catalanist­as más ingenuas.

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