La Vanguardia

La ‘vendetta’ de Ancelotti

El Bayern ha pasado de la visceralid­ad de Guardiola a la calma del italiano

- CARLOS NOVO

Carlo Ancelotti tiene al Bayern casi donde lo llevó Pep Guardiola en las últimas tres temporadas. Al mando del entrenador catalán, el equipo bávaro arrasó en la competició­n nacional, pero se estrelló en las tres semifinale­s que disputó ante los tres clubs más poderosos de la Liga. El Madrid le aplastó el primer año (5-0, en el global), el Barça no le dio opción en el segundo (5-3) y el Atlético le superó la temporada pasada por el mayor valor de los goles en campo contrario. 1-0 en el Vicente Calderón y 2-1 en Munich. Carlo Ancelotti tiene hoy el reto de empezar a superar a Guardiola, pero para ello necesita eliminar en los cuartos de final a un Real Madrid que le añora.

Guardiola nunca encajó demasiado bien en el establishm­ent de una institució­n tan definida como la bávara. Desde el principio intentó cambiar muchas cosas (no sólo el estilo de juego, demasiado directo para su gusto) y sólo logró algunas, y eso entre críticas de gente que forma la historia sagrada del club, como Beckenbaue­r o Rummenigge. Ancelotti, al mes de llegar, ya era un bávaro más. No necesitó hablar alemán como Guardiola. Ni siquiera lo intenta. Tampoco se lo piden. Cuando hablan del Bayern dice “mi casa” o “mi familia”.

Carletto pasó dos años en el Chelsea y se fue de la Premier dejando una liga y un inglés macarrónic­o. Luego, tomó el mando de un PSG desnortado en el que estuvo temporada y media. En la segunda ganó la liga, (título que el PSG no ganaba desde 1994), y se fue de París hablando un francés aún peor que su inglés. En el verano del 2013 acudió a Madrid a la llamada de Florentino y en su presentaci­ón su español fue mucho más decente de lo que se podía esperar. Había truco. Su segunda esposa es canadiense, pero de padres españoles. Al mes, ya se tenía ganada a la plantilla, congeniaba con su segundo, Zidane, y se le veía cómodo en los restaurant­es más castizos de la Cava baja, elegía con tino los Rioja o Ribera del Duero y compadreab­a con la prensa en Valdebebas, con bromas a costa de un Mourinho que empezaba a ser un mal recuerdo.

Dos años después, Ancelotti fue despedido por el mismo que le había contratado. Tras un primer año en el que había ganado la Champions y la Copa, el segundo fue bastante peor: apeado de la Champions en semifinale­s por el Juventus. Florentino Pérez le dio un ultimátum. Podía seguir, pero sin su staff técnico. Achacaba el desplome del equipo a la mala preparació­n física y culpaba de la misma al preparador en ese apartado, Giovanni Mauri, y al nutricioni­sta Mino Fulco, novio de Katia, una de los dos hijos de Ancelotti. El entrenador contestó que o todos o ninguno. Se marchó sin una mala palabra y se tomó un año sabático, que se pasó en Canadá, rechazando ofertas.

Ancelotti dudó en volver a Italia, pero en verano aceptó la oferta del Bayern y firmó por tres años. Su carácter tranquilo y socarrón (es de Reggiolo, un pueblo de menos de 10.000 habitantes de Emilia Romagna) dice que le predispone para tomarse las cosas con paciencia. Rummenigge decía ayer que “el problema de Guardiola cuando se enfrentó al Madrid fue de sobreexcit­ación. Carletto es igual de ambicioso, pero se expresa de otra manera”. Si Ancelotti gana esta Champions, será la cuarta. Y nadie ha ganado más que tres. Va a por ella.

MAESTRO DE LA ADAPTACIÓN El técnico italiano se aclimató a la perfección en todos los clubs que estuvo: siempre deja amigos

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MICHAELA REHLE / REUTERS Carlo Ancelotti, pensativo durante el entrenamie­nto de su equipo ayer en Munich

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