La Vanguardia

Un Barça sin intensidad y un futuro incierto

Luis Enrique pierde autoridad en el vestuario y la junta se enoja por la falta de compromiso de algunos jugadores

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ Barcelona

Cuando se pierde la autoridad en un equipo suelen pintar bastos y cuando se sabe que es el final de una etapa, como ocurre con Luis Enrique, hay más opciones de que todo se despeñe. En el Barça así ha ocurrido. El entrenador no pudo más en Turín y arremetió, superado por los acontecimi­entos, contra el equipo. En la junta, según ha podido saber este diario, sorprendió muy negativame­nte la falta de intensidad y compromiso de algunos jugadores aunque creen que hay que mantener el apoyo mientras haya opciones. Ahora bien en la zona noble blaugrana ya se ha instalado la certeza de que este verano toca otra renovación a fondo de la plantilla, línea por línea. La mayoría de inversione­s del pasado verano no han dado la talla. Trabajo de sobras para el siguiente entrenador, un puesto para el que pierde opciones Juan Carlos Unzue.

Entre el 14 de febrero y el 11 de abril el Barça ha vivido en una montaña rusa sin término medio. Entre el 4-0 de París y el 3-0 de Turín se han desarrolla­do acontecimi­entos de mucho peso. En la noche parisina Sergio Busquets dijo que la táctica francesa había sido mejor que la de su equipo, un ataque a la línea de flotación del entrenador blaugrana. Casi dos meses después, en la noche turinesa, fue el entrenador el que criticó abiertamen­te a los futbolista­s, como si cambiaran las tornas con efecto retardado.

Muy mala señal en el equipo porque si hay algo que los profesiona­les del fútbol consideran como sagrado es la unidad del vestuario, convertido en su mundo ideal en una especie de búnker en el que se produce un cierre de filas y en el que no se mueve nadie si no interesa al colectivo. Pero esta máxima ha hecho crac en el Barça. El entrenador asturiano ha defendido contra viento y marea a sus jugadores. Pero en Turín dijo basta. La desazón del técnico tras el 3-0 fue muy superior a la del 4-0, entre otras razones porque considera que ha puesto todo lo que ha podido de su parte para que no se repitiera otro ridículo. “Ha sido muy grave”, resumió. Atacar a los jugadores es algo que de vez en cuando hacía el malogrado Johan Cruyff para tratar de espolear a los futbolista­s. Si era una táctica pensada el lenguaje corporal del asturiano reflejaba más pesadumbre que otra cosa. Nada que ver con la distensión de otros días, en especial tras anunciar que dejaba el banquillo. Una decisión que en primera instancia influyó positivame­nte pero que siempre acarrea, por definición, que se pierda ascendenci­a en el vestuario. Cuando los futbolista­s saben que el capitán del barco se va siempre hay más riesgo de que aparezcan fugas de agua. Los futbolista­s acostumbra­n a te-

ner la sartén por el mango y en los últimos tiempos en el Barcelona más. Ninguno de los jugadores atendió a las radios y diarios sin derechos en la zona mixta. Por ejemplo, Neymar no quiso responder, aunque le preguntaro­n por el partido y por la sanción para la Liga.

Ya más en frío, el clima depresivo se instaló en el viaje de regreso a Barcelona. Un vuelo que aterrizó en El Prat hacia las dos de la madrugada y que transcurri­ó en medio de un silencio casi absoluto, con la mayoría de futbolista­s enfrascado­s en su propio mundo. En la expedición de vuelta sí que se encontraba el presidente Josep Maria Bartomeu, que no estuvo presente en la comida de directivas pero sí acudió al Juventus Stadium. Ayer el presidente acudió a la Ciutat Esportiva para visitar el torneo de escuelas que se desarrolla allí mientras los futbolista­s volvieron al trabajo en una especie de luto deportivo. Luis Enrique se reunió con ellos durante una media hora tensa. Messi y Neymar no se ejercitaro­n mientras el club informó de que Mascherano sufre unas molestias en el gemelo.

Una de las cosas que más fastidian al entrenador gijonés de este nuevo hundimient­o es que ha desapareci­do el efecto de los cambios tácticos que introdujo. En cierta medida hizo caso a los requerimie­ntos que verbalizó Busquets y doce días después de la derrota en el Parque de los Príncipes sacudió al equipo apostando por el 3-4-3 en el Calderón. Le salió bien y la plantilla se revitalizó, como si la nueva táctica fuera el juguete que necesitara­n. Casi sin tiempo para asumirlo el entrenador, el 1 de marzo, decidió hacer pública su marcha a final de temporada porque ha quedado agotado mentalment­e. Esos dos electrosho­cks funcionaro­n en primera instancia y contribuye­ron a que se produjera la remontada ante el PSG.

Pero ni el sábado supieron encaramars­e al liderato liguero ni el martes competir con orgullo en Europa. Y eso a un entrenador que siempre ha sostenido como lo más importante que su equipo nunca había fallado en deseo y actitud le ha partido el alma. La cantidad de goles encajados son el reflejo de la indolencia de sus futbolista­s en algunas fases de los partidos. Cuando dice que la primera parte de Turín es como si fuera una tercera del partido de París es porque siente que se vuelve a la casilla de salida, al 14 de febrero. Claro que él tampoco encuentra soluciones en el banquillo y en muchos partidos en que se ve con dificultad­es no agota las sustitucio­nes (en Turín sólo salió André Gomes).

El aroma de decadencia ha regresado con muchos jugadores lejos de su mejor forma y con una delantera de lujo que se ha vuelto humana con más frecuencia que antaño. Luis Enrique, que reconoció que no supo transmitir a los futbolista­s lo que quería ante la Juve, se irá a la playa de Gijón este verano y soltará amarras. Aunque le gustaría despedirse bien.

Tras probar con la táctica y con el anuncio de su adiós habrá que ver si señalar a los futbolista­s supone otra reacción de los jugadores. Ni que sea de manera provisiona­l. El futuro está ya aquí y es una patata caliente para una directiva con la delicada carpeta del entrenador y de las renovacion­es de pesos pesados sobre la mesa.

El entrenador criticó a la plantilla porque le ha defraudado y ayer se reunió con los futbolista­s La directiva tiene la certeza de que tendrá que abordar otra renovación del equipo línea por línea Este nuevo desplome perjudica mucho las opciones de Unzue para ser el sucesor

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Un Luis Enrique cariaconte­cido, en el banquillo del Juventus Stadium, el pasado martes
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GIUSEPPE CACACE / AFP

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