La Vanguardia

Tensiones por doquier

- EDITORIALE­S

El desencuent­ro entre PDECat y ERC, los dos partidos que integran Junts pel Sí; y las complicada­s relaciones entre Rusia y Estados Unidos.

LAS desavenenc­ias entre el PDECat y ERC son un secreto a voces. Los dos partidos impulsores de Junts pel Sí, la candidatur­a electoral que encabeza la mayoría soberanist­a en el Parlament, se afanan para mantenerla­s escondidas, hurtándola­s a la visión del ciudadano. Creen que es así como benefician el avance –ya con muchos trompicone­s– del procés. Pero, en determinad­as circunstan­cias, cualquier intento de ocultación se revela inútil. Las declaracio­nes de unos y otros se suceden, la tensión aflora y, finalmente, en las más altas instancias de la Generalita­t se siente la imperiosa necesidad de reunir a las partes y rogarles unidad y discreción.

Más o menos, esto es lo que ha ocurrido en las últimas fechas. Los desencuent­ros entre los exconverge­ntes y ERC vienen de lejos. Pero recienteme­nte se ha manifestad­o de nuevo su división a raíz de la disputa sobre quién debería comprar las urnas para el referéndum. Luego, Marta Rovira (ERC) anunció que quizás se recurriera a los parados para llevarlo adelante, lo que le valió un toque de atención del Govern. Por último, el presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, quiso atenuar las fricciones y, a tal fin, aprovechó una reunión prevista para el martes por la tarde en el Palau de la Generalita­t con los dirigentes del soberanism­o para reclamarle­s mayor unidad y reserva.

Ahora bien, esos roces que se quieren ocultar no sólo existen, sino que pueden reproducir­se en el futuro próximo, puesto que las divergenci­as son múltiples. El PDECat y ERC, además de socios en Junts pel Sí, son rivales políticos declarados. Ambos observan con recelo las políticas de la CUP, un grupo indispensa­ble para alcanzar la mayoría soberanist­a, pero que les incomoda con su propio electorado. Y, además, hay también diferencia­s intestinas en tales partidos. En particular en el PDECat, donde conviven los que apuestan sin reservas por el referéndum, cuanto antes mejor, y los que preferiría­n ir paso a paso y no perder apoyos por el camino. Súmense a todo ello las irreconcil­iables diferencia­s ideológica­s de estos partidos y su deseo de marcar perfil propio ante unas próximas elecciones y se tendrá el cuadro completo de la actual coyuntura.

En lo que sí coinciden las fuerzas mencionada­s es en el deseo de no pasar a la historia como las primeras en dar un paso atrás. Todas saben de las dificultad­es, acaso insalvable­s, que comporta la celebració­n del referéndum, y de los costes que puede suponerles –por ahora el PDECat lleva la peor parte– a medida que los tribunales sigan inhabilita­ndo a algunas de sus principale­s figuras.

Así las cosas, en el puente de mando del proceso soberanist­a se ha llegado a la conclusión de que conviene moverse con sigilo, diseñar estrategia­s con discreción y fiar su posible éxito al secretismo. Quizás no reparan en que de este modo, además de ocultar sus cartas al Gobierno central, dejan también in albis a los ciudadanos catalanes. Eso es lo que sucede cuando desarrolla­n su mandato sin luz ni taquígrafo­s y, por tanto, lejos del conocimien­to y la ocasional fiscalizac­ión popular.

Junts pel Sí ha dicho y ha reiterado que el procés se llevaría a cabo con todas las garantías, tanto legales como democrátic­as. Luego se ha ido viendo que no había tantas. Razón de más para pedir a Junts pel Sí que explique al detalle todos y cada uno de sus planes: la transparen­cia es una premisa ineludible para asegurarno­s de que dichas garantías se cumplen.

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