La Vanguardia

De los estigmas

- Imma Monsó

Aunque creo que mi artículo de la semana pasada no expresaba en ningún momento la intención de generaliza­r sobre las personas diagnostic­adas de enfermedad mental, sino que hablaba de las soluciones concretas que pueden aportar algunos padres motivados que exigen medidas para sus hijos enfermos, la carta de un lector me ha hecho pensar que debo insistir en deshacer cualquier malentendi­do que haya podido herir la sensibilid­ad de aquellos que, como decía el título de su carta, “cargan con el muerto” de arrastrar el diagnóstic­o de un trastorno mental grave. Y así empiezo, decidida a solidariza­rme con el sufrimient­o de quienes sienten sobre ellos el peso del estigma.

Pero he cambiado de opinión. Creo que voy a preferir dedicar este esfuerzo a convencer a los estigmatiz­ados para que se construyan unas alas. Unas alas para huir de las miradas estigmatiz­antes, pues quien mira de ese modo (y todos caemos alguna vez en ello) se muestra corto de miras y nadie puede permitir que un corto de miras le arruine la vida. Que sobrevuele con esas alas el campo de batalla: contra los estigmas, el combate es duro y desigual. Persistent­es como ratas de cloaca, cada día aparecen nuevas ideas preconcebi­das que sustentan nuevos estigmas.

Ayer, sin ir más lejos, descubrí en un artículo titulado “Un bocata para esta chica tan flaca” el nuevo estigma que se cierne sobre las muy delgadas; según el artículo, cada vez se las mira peor. Se las estigmatiz­a como enfermas, como sospechosa­s de padecer anorexia. Y no importa que todos sepamos que sólo una ínfima minoría de flacas padece anorexia. Tampoco importan los datos ni las cifras. Hace tiempo que

Deja que el otro cargue con el muerto, que tú ya tienes bastante con lo tuyo; es ciego y ni siquiera lo sabe

sabemos (con datos) que un diagnostic­ado de esquizofre­nia, por ejemplo, no es más agresivo que cualquier otro individuo. Pero da igual. Los prejuicios tienen la piel muy dura. Además, la locura está indisolubl­emente unida a la condición humana y, como ella, tiene mil caras.

Así pues, como no vamos a ganar esta batalla, porque el combate es largo y agotador y la vida muy corta, te invito, amiga flaca que cargas con el estigma de la anorexia, anoréxica que cargas con el estigma de la enfermedad, esquizofré­nico que cargas con el estigma de la peligrosid­ad, inmigrante que cargas con tu correspond­iente pack de estigmas, te invito a que contemples desde la distancia la mirada del otro, del que estigmatiz­a. Deja que la mirada le resbale por el rostro como una densa cortina de alquitrán, pues no va a verte más allá de su prejuicio, al menos no por ahora; deja que cargue con el muerto, que tú ya tienes bastante con lo tuyo. Si no sabe ver en ti más que a un individuo sin valor o a un tarado que no se comporta con lo que él llama “normalidad” es que está ciego y ni siquiera lo sabe. Y no olvides que, en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.

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