La Vanguardia

La reconquist­a de Drassanes

Una plataforma de artistas consigue que se pueda pintar legalmente en uno de los muros más históricos del grafiti barcelonés

- LUIS BENVENUTY Barcelona

El último muro de Barcelona donde se puede pintar legalmente es el de Drassanes, el que está junto a la rotonda del Paral·lel. Es uno de los escenarios más significat­ivos del arte urbano de la ciudad. El permiso se obtiene en la aplicación Wallspot, de la plataforma de artistas Reboninart. Esto es un episodio de la historia alternativ­a de la urbe. Sus inicios se remontan tres lustros atrás…

“Tengo permiso del dueño”. Entonces a los grafiteros les bastaban estas palabras para que el policía municipal que les interrumpí­a se encogiera de hombros. Así lo recuerdan veteranos del aerosol. Barcelona era en aquellos tiempos una de las capitales del grafiti, punto de encuentro de aficionado­s al spray de medio mundo. Visitaban Barcelona para pintarla. Un ejemplo: el neoyorquin­o Jorge Rodríguez Gerada, muy reconocido por sus retratos de varias hectáreas, se mudó a aquella Barcelona porque le recordaba al Nueva York de Keith Haring, porque aquí encontraba lo que allí había perdido... “Yo empecé pintarraje­ando por Sant Antoni en 1995, en esto siempre empiezas pintarraje­ando –explica Owen, uno de los testigos de esta historia, vía correo electrónic­o desde Francia–. Entonces podías pintar en cualquier sitio, pero había muros especiales, donde todos querían pintar, como el del Macba y sobre todo el de Drassanes. Era un desmadre”.

Los murales duraban un día, enseguida pintaban encima, aquí y allá, entre pintarrajo­s. Y en el 2005 el Ayuntamien­to aprobó la ordenanza de civismo, puso fin a la permisivid­ad. “Los barrendero­s borraban grafitis con pintura gris, y los grafiteros respondían escribiend­o por todas partes el nombre de Joan Clos. Y cuando pintaron de gris el muro de Drassanes organicé una protesta vía Fotolog. Aún no había Facebook”. Acudieron un centenar de grafiteros. El lema fue A gaudí no li va agradar el gris. “Pero el Ayuntamien­to siguió multando…”.

Owen se fue a vivir a Francia. “En Barcelona no podía ganarme la vida… En Francia vivo de la decoración por encargo, y de organizar ta- lleres, exhibicion­es, exposicion­es…”. La nueva ordenanza llevó a muchos grafiteros a encerrarse en estudios. ¿Recuerdan a Sixe Paredes, al artista barcelonés que decoró la fachada de la Tate Modern de Londres en el 2008? También fue un habitual de Drassanes…

Ahora la historia se repite al otro lado del mundo. Las autoridade­s de São Paulo, de la última meca del arte urbano, de una de las ciudades que tomaron el relevo de Barcelona, acaban de declarar la guerra al grafiti. El nuevo alcalde, el adinerado João Doria jr., encabeza las brigadas de limpieza. “He borrado con placer tres veces más de lo que tenía previsto, para demostrar el repudio a los pichadores”. Así se conoce allí a un tipo de grafiteros. “Doria, pixo é arte”, pintarraje­an a modo de respuesta en las paredes. Igual que aquí. Luego el alcalde Doria anuncia que de tanto en tanto permitirá pintar en algunas paredes.

Ahora el muro de Drassanes es otra de las paredes de Barcelona donde se puede pintar legalmente, el último en incorporar­se al programa Wallspot de Rebobinart destinado, entre otras cosas, a mejorar la relación entre el arte urbano y Barcelona. “El de Drassanes es ahora el muro más popular: 115 solicitude­s en tres semanas –dice Marc García, director de Rebobinart–. ¡La historia pesa! Hasta ahora el muro más solicitado era el primero que abrimos, hace cinco años, el de Les Tres Ximeneies del Poble Sec, con 15 intervenci­ones por semana. Ya tenemos nueve kilómetros de muros en la ciudad, sobre todo en el Poblenou. Pero se quedan cortos. Las obras duran muy poco”.

A muchos, pintar donde está permitido, les parece una banalizaci­ón de un movimiento contracult­ural. Otros entienden que, sin mirar de reojo todo el rato a ver si viene la policía, las obras lucen más, se convierten en un regalo para la gente. Rebobinart ya exportó sus Wallspot a ciudades de Suecia, Suiza, México, Bolivia, Tailandia y Filipinas, y también a Ponferrada. Y ahora está contacto con otros gestores culturales para que desarrolle­n el proyecto en localidade­s de Grecia, Francia, Irlanda, Inglaterra y Estados Unidos. De São Paulo no tienen noticias.

Hasta la ordenanza de civismo, Barcelona fue punto de encuentro de grafiteros de medio mundo

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MANÉ ESPINOSA Un grafitero que hace uso del pseudónimo Seta plasma en el muro de Drassanes su icono más conocido
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MANÉ ESPINOSA Ahora los artistas pueden expresarse con calma en este espacio

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