La Vanguardia

‘Fue porque no me dio gana’

- Julià Guillamon

Afinales de febrero la Biblioteca de Catalunya presentó el libro Don Antonio Chacón. En el fondo Regordosa-Turull de la biblioteca se conserva un cilindro de cera con una malagueña grabada por el editor Armando Hugens en 1899, el más antiguo que se conserva. Yo había escuchado las últimas grabacione­s del gran cantaor, de 1928, en una antología que circulaba a principios de los años noventa. Me gustaba mucho, especialme­nte unos caracoles y una media granaína. En seguida me puse en contacto con el autor del libro, Carlos Martín Ballester, que me lo envió muy gentilment­e. Sabemos muchas cosas de los pioneros del cine primitivo, los directores, las técnicas, los estudios y las productora­s, el proceso para salvar las películas, y, en cambio, lo ignoramos todo de las primeras grabacione­s fonográfic­as. Cuando se reeditan discos antiguos, se peinan de tal manera para eliminar las rayadas y las impurezas que se estropea el sonido. Martín Ballester, que es un sabio y un hombre de sensibilid­ad fina, utiliza un método mucho más respetuoso: hace sonar los cilindros de cera y las placas de pizarra con buenos aparatos y buenas agujas, y los reproduce sin restaurar el sonido. Del mismo modo que en los museos podemos ver mosaicos romanos que han perdido algunas de sus piezas, escuchamos los cilindros de cera de don Antonio Chacón con las deficienci­as técnicas originales y con la usura del tiempo. El texto inicial de Carlos Martín Ballester es una pequeña joya sensaciona­l sobre los inicios de las grabacione­s fonográfic­as en España: se podría sacar de él una película tipo la Blancaniev­es de Pablo Berger. El libro se acompaña de 3 CD en los que he podido recuperar los caracoles y la media granaína que me gustaban, los Caracoles en dos versiones, con dos guitarrist­as distintos: Perico el del Lunar y Ramón Montoya. Los caracoles son un cante emparentad­o con las alegrías. Chacón, que hizo carrera en Madrid, cambió la letra tradiciona­l (“Santa Cruz de Mudela / cómo reluce / cuando suben y bajan los andaluces”) y sustituyó Santa Cruz de Mudela (una estación de tren de empalme) por la gran calle de Alcalá. Me imagino a un grupo de inmigrante­s que acaba de caer en Madrid en 1920: les parece que la calle de Alcalá brilla porque pasan ellos. Recuerda a aquellas canciones de Paolo Conte sobre los napolitano­s que, cuarenta años después del cante de Don Antonio, llegaban a Milán con una maleta atada con cuerdas.

La media granaína es una canción de despecho perfecta. “Fue porque no me dio gana / rosa si yo no te cogí / fue porque no me dio gana, / al pie de un rosal dormí / y rosa tuve por cama / y de cabecera un jazmín”, lo que traducido al lenguaje de los años noventa, cuando la descubrí, vendría a ser: “No te llevé al huerto porque no quise, tenía a tantas tías a mi alrededor que me sobraban y pasé de todo. Además tú eres rubia y a mí me gustan las morenas”. Muy bien, macho. Pero, entonces, ¿a qué viene tanto quejío?

Martín Ballester es un sabio refinado que utiliza un método de grabación de los discos muy respetuoso

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