La Vanguardia

Cuando el ADN empieza a pesar...

- Joaquín Luna

El colegiado Marciniak prolongó más de cuatro minutos la segunda parte del Juventus-FC Barcelona y lo que parecía una interrogac­ión al destino se convirtió en una agonía. Fue el Juventus quien estuvo más cerca del gol en esos minutos pese a lo desesperad­amente necesitado que estaba el Barça de marcar.

¿Excluye el ADN del Barça todos aquellos recursos troglodita­s del fútbol como colgar balones a la olla, ir a rematar saques de esquina con los codos por delante o chutar desde fuera del área, todo con tal de marcar? Anteanoche, lo parecía.

Un equipo de fútbol tiene derecho a estar mal y perder pero no a ver pasar la vida, los trenes de mercancías y las modas primaverav­erano sin rebelarse contra un resultado que te deja eliminado en la Liga de Campeones. A veces, el fútbol no es cabeza, habilidad o tácticas: es poner un par de cojones y no aceptar, ay, hoy no me salen los pases. Porque eran cuatro minutos y había que regresar a casa con el gol que permitiría competir el próximo miércoles.

El Barça tiene que mantener los criterios –el famoso ADN– que han permitido vivir la época más brillante y exitosa desde la fundación del club en 1899. Son normas técnicas y tácticas esenciales pero ya empieza a pesar que el FC Barcelona sea el único equipo del mundo que desprecia cuantos recursos te permiten ganar sin jugar bien o –en este caso– regresar a casa con un 3-1 y no con un 3-0. Con Luis Enrique, el dogma del ADN se ha desacraliz­ado, entre otras cosas porque los

Tener ADN Barça para entrenar al equipo de Messi no es prioritari­o: es la inteligenc­ia emocional y el criterio (¿nadie le cantará la caña a Neymar?)

años empiezan a pesar en algunos jugadores –¡cuánto sufrimient­o en la estampa de todo un Mascherano en el tercer gol!–, las bajas son inevitable­s –Puyol o Xavi– y los rivales han perfeccion­ado antídotos. ¿De qué sirven los trajes a medidas sin buenos sastres?

Luis Enrique no sigue. De alguna manera, tenía ADN Barça y este final de temporada puede condenar la candidatur­a de Unzue, su segundo. Tener ADN Barça para dirigir un equipo en el que juega Leo Messi es tan imprescind­ible como saber mandarín. El principal requisito se antoja de personalid­ad: conducir con flexibilid­ad, sabiduría y un mínimo sentido de la autoridad un grupo humano muy complicado y sacarle éxitos en función de muchas variables. ¿Es normal, por ejemplo, que nadie haya salido –ni del cuerpo técnico ni de la junta directiva– a cantarle la caña a Neymar después de que dejase tirado al equipo en Málaga y luego se borrase del clásico por un gesto inmaduro?

No puede ser que el Barça sólo gane cuando se gusta. El FC Barcelona tiene que aprender a encerrarse en el área cuando no se ve fuerte y juega en Turín o a buscar el gol de Bakero cuando le quedan cuatro minutos. No es traicionar una obra: es cuestión, como respirar, de vida o muerte.

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