Cuando el ADN empieza a pesar...
El colegiado Marciniak prolongó más de cuatro minutos la segunda parte del Juventus-FC Barcelona y lo que parecía una interrogación al destino se convirtió en una agonía. Fue el Juventus quien estuvo más cerca del gol en esos minutos pese a lo desesperadamente necesitado que estaba el Barça de marcar.
¿Excluye el ADN del Barça todos aquellos recursos trogloditas del fútbol como colgar balones a la olla, ir a rematar saques de esquina con los codos por delante o chutar desde fuera del área, todo con tal de marcar? Anteanoche, lo parecía.
Un equipo de fútbol tiene derecho a estar mal y perder pero no a ver pasar la vida, los trenes de mercancías y las modas primaveraverano sin rebelarse contra un resultado que te deja eliminado en la Liga de Campeones. A veces, el fútbol no es cabeza, habilidad o tácticas: es poner un par de cojones y no aceptar, ay, hoy no me salen los pases. Porque eran cuatro minutos y había que regresar a casa con el gol que permitiría competir el próximo miércoles.
El Barça tiene que mantener los criterios –el famoso ADN– que han permitido vivir la época más brillante y exitosa desde la fundación del club en 1899. Son normas técnicas y tácticas esenciales pero ya empieza a pesar que el FC Barcelona sea el único equipo del mundo que desprecia cuantos recursos te permiten ganar sin jugar bien o –en este caso– regresar a casa con un 3-1 y no con un 3-0. Con Luis Enrique, el dogma del ADN se ha desacralizado, entre otras cosas porque los
Tener ADN Barça para entrenar al equipo de Messi no es prioritario: es la inteligencia emocional y el criterio (¿nadie le cantará la caña a Neymar?)
años empiezan a pesar en algunos jugadores –¡cuánto sufrimiento en la estampa de todo un Mascherano en el tercer gol!–, las bajas son inevitables –Puyol o Xavi– y los rivales han perfeccionado antídotos. ¿De qué sirven los trajes a medidas sin buenos sastres?
Luis Enrique no sigue. De alguna manera, tenía ADN Barça y este final de temporada puede condenar la candidatura de Unzue, su segundo. Tener ADN Barça para dirigir un equipo en el que juega Leo Messi es tan imprescindible como saber mandarín. El principal requisito se antoja de personalidad: conducir con flexibilidad, sabiduría y un mínimo sentido de la autoridad un grupo humano muy complicado y sacarle éxitos en función de muchas variables. ¿Es normal, por ejemplo, que nadie haya salido –ni del cuerpo técnico ni de la junta directiva– a cantarle la caña a Neymar después de que dejase tirado al equipo en Málaga y luego se borrase del clásico por un gesto inmaduro?
No puede ser que el Barça sólo gane cuando se gusta. El FC Barcelona tiene que aprender a encerrarse en el área cuando no se ve fuerte y juega en Turín o a buscar el gol de Bakero cuando le quedan cuatro minutos. No es traicionar una obra: es cuestión, como respirar, de vida o muerte.