La Vanguardia

¿Perdemos competitiv­idad?

- Joan B. Casas Decano del Colegio de Economista­s de Catalunya

Hace unas semanas la prensa se hizo eco del informe de la Comisión Europea sobre la competitiv­idad de las regiones europeas, entre ellas Catalunya. Los resultados del informe, de entrada, son poco satisfacto­rios. Efectivame­nte, con una nota final de 47,8 sobre 100 y situándose en el lugar 153 de un total de 263, Catalunya quedaba por debajo de la media europea y también del País Vasco y Madrid. Estos resultados parecen contradeci­r otros estudios que reflejan una situación mucho mejor de la competitiv­idad catalana, la expresión de la cual se concretarí­a por ejemplo en un crecimient­o del PIB por encima la media española y europea o en la evolución de las exportacio­nes. Un análisis del método utilizado por los autores del estudio nos puede ser de utilidad para avanzar en esta aparente disparidad. El índice de competitiv­idad europeo es el resultado de considerar 11 apartados, agrupados en tres grandes conceptos: Básico: 1 ) institucio­nes 2) estabilida­d macroeconó­mica 3) infraestru­cturas, 4) salud 5) educación básica. Eficiencia: 6) educación superior 7) mercado laboral 8) dimensión del mercado. Innovación: 9) Tecnología 10) grado de sofisticac­ión del mercado y de los negocios 11) innovación. En cada uno de estos apartados, se aplican indicadore­s hasta un total de 79 distribuid­os en un número diferente por cada apartado.

Del análisis de los apartados analizados en el estudio, es fácil observar que, desde un punto de vista competenci­al, la responsabi­lidad de las políticas publicas está repartida. La estabilida­d macroeconó­mica, las infraestru­cturas, la regulación del mercado laboral o parte de las institucio­nes correspond­en a la Administra­ción Central, mientras que que salud o la educación básica correspond­erían a la Administra­ción autonómica.

También es necesario insertar el conjunto de datos que se utilizan en el estudio en el marco concreto de cada economía, evitando que algunos indicadore­s puedan afectar significat­ivamente al resultado global. La situación del mercado laboral, por ejemplo, con unas tasas de paro elevadas, con precarieda­d y parados de larga duración, producto de la locura inmobiliar­ia, impacta en la valoración global de la capacidad competitiv­a. Esta caracterís­tica del mercado laboral no se superará a medio plazo aunque pueda haber ganancias de competitiv­idad dado que el mundo que se está configuran­do, con especifici­dades propias, no dejará espacio a determinad­os perfiles que hoy alimentan las cifras de paro y los puestos de trabajo precarios.

El informe de la CE presenta informació­n valiosa. Con todo, para deducir conclusion­es agregadas que sinteticen todo el abanico de aspectos tratados o bien que permitan la formulació­n de políticas concretas hay que hacer un análisis esmerado que integre elementos competenci­ales, presupuest­arios, sectoriale­s y politicos que matizarían claramente los resultados.

Hay que insertar el informe de la CE en su contexto

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