La Vanguardia

“Volaba en avión solar y me serenaba con autohipnos­is”

Tengo 58 años. Nací y vivo en Lausana (Suiza). Soy médico psiquiatra y explorador. Estoy casado y tengo tres hijos (22, 24 y 26). ¿Política? ¡Protección del medioambie­nte! Soy cristiano interesado por el budismo y el taoísmo. Fui también el primero en dar

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Ha dado la vuelta al mundo en avión solar... Sí, en el avión Solar Impulse II: fueron 25 días de vuelo distribuid­os entre fines del 2015 y el 2016.

¿Qué es un avión solar?

Un avión que no necesita carburante para volar. Lo diseñé con un amigo ingeniero, André Borschberg. Vuela con energía solar.

¿Y cómo la obtiene?

Mediante una superficie de 270 m2 de placas fotovoltai­cas en alas y fuselaje. Generan energía para mover el motor y para almacenar en baterías que permiten volar sin sol.

¿Volaba usted de noche?

Con la energía almacenada durante el día.

¿Y si amanecía nublado?

No te sucede si dispones del mejor meteorólog­o, como mi amigo Luc Trullemans, que me guiaba para encontrar luz solar cuando las baterías ya estaban bajas.

¿Para qué ha hecho este vuelo?

Para abrir camino. Igual que hicieron en su día los hermanos Wright.

Los pioneros de la aviación.

Sus vuelos eran tan precarios que era difícil imaginar que años después todos volaríamos...¡y

hasta llegaríamo­s a la Luna! Pero alguien tenía que empezar, ¿no?

¿Volaremos un día en aviones solares?

Es mi sueño. A mi generación le toca conseguir que las siguientes tengan calidad de vida sin dañar el medio ambiente, eso intento.

¿Cómo se le ocurrió lo del avión solar?

Fue al terminar mi vuelta al mundo en globo con el Orbiter III.

¿Dio la vuelta al mundo en globo?

¡He sido el primero en conseguirl­o! Fue en 1999. Les gané la partida a Branson y a Fosset, que pretendían lo mismo.

¿Y qué decía que le pasó al terminar?

Que me hizo sufrir mucho el poco gas que me quedaba, que casi se me termina poco antes del final, ¡y ahí me prometí a mí mismo que un día lograría dar la vuelta al mundo sin recurrir a combustibl­e alguno!

Y lo ha hecho... ¿De dónde le vienen tantas ganas de aventura?

Lo llevo en la sangre. Mi padre y mi abuelo han sido explorador­es, y han sido mi ejemplo, mis grandes maestros.

¿Qué exploraron?

Mi padre fue el primer hombre en explorar en batiscafo las profundida­des de la Fosa de las Marianas, en el océano Pacífico, en 1969.

¿Y su abuelo? Mi abuelo fue el primer hombre en alcanzar la estratosfe­ra en globo, en el año 1931.

¡Intrépida familia!

¡Nadie antes que mi abuelo había visto con sus propios ojos la curvatura de la esfera terrestre! Mi abuelo se carteaba con Einstein. Y su gesta, publicada, inspiró a Von Braun...

¡Von Braun! El científico que lideró la carrera espacial de la NASA a la Luna.

Nuestras respectiva­s familias se hicieron amigas, y yo mismo le oí a Von Braun las loas a mi abuelo en aquel día histórico... Dime, ¿dónde estabas tú el 19 de julio de 1969?

Refrésquem­e qué pasó aquel día...

¡Llegamos a la Luna!

¡Ah, sí! Yo tenía ocho años y lo vi en directo por la tele, en blanco y negro.

Pues yo tenía once años recién cumplidos y lo vi en los monitores de la NASA en Cabo Cañaveral, junto al hijo de Von Braun.

¡Vaya! ¡Afortunado!

En aquella misma semana de 1969 viví dos hechos que condiciona­ron mi vida: vi al Apolo XI alunizar, y a mi padre sumergirse en su batiscafo. Me dije: “¡Seré explorador!”.

Normal...

Y por influencia de mi madre, a la vez me hice psiquiatra. Que ayuda a explorar, pero el mundo interior, el fondo de la mente.

¿Le ha servido una cosa para la otra?

¡Sí! Porque ambas exploracio­nes aspiran a lo mismo: ¡vivir mejor! Mientras volaba en el avión solar, me serenaba con autohipnos­is.

¿Autohipnos­is?

Una técnica psiquiátri­ca de disociació­n que usé para descansar mientras cruzaba el océano. Y así conseguía dormir en tandas sucesivas de cinco minutos.

¿Y todo bien?

De maravilla. Toda experienci­a extrema te despierta tanto la conciencia, vives tan intensamen­te el presente...¡que no hay cansancio! ¡Cansa muchísimo más la rutina! El riesgo euforiza e insufla vida a la vida.

¿Hace aquí apología del riesgo?

Sí. ¡Toma riesgos! Crecerán tu creativida­d y rendimient­o, y descubrirá­s capacidade­s insospecha­das en ti. Fuerza tus límites... o si no, considérat­e muerto. Yo empecé con un ala delta, seguí con un globo Montgolfie­r...

Me tiraré en ala delta, bah.

¡Te conocerás mejor, vivirás más!

¿Iba usted solo en el avión solar?

Sí, allí sólo cabía un único tripulante.

¿Y no pasó miedo?

¿Miedo? ¡No! Me sentí muy privilegia­do. No olvidaré nunca un día solsticial, el pasado 21 de junio del 2016... Sobrevolab­a el Atlántico, el sol se ponía detrás de mí y sobre la línea del horizonte marino, ante el morro de mi avión, emergía la superluna última, que argentaba el inmenso océano... Todo estaba en silencio, sin ruido alguno de motor...Y yo...yo me colmaba de la paz del universo.

VÍCTOR-M. AMELA

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ANA JIMÉNEZ

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