Un giro de cámara de 360º
La escena: Leonardo DiCaprio en Gangs of New
York (2002), arengando a sus compañeros, dispuesto a atacar. La cámara, en lugar de quedarse estática, da una vuelta completa a su alrededor para que el espectador se haga una perfecta composición de lugar y de la tensión que se vive. Copiada hasta la saciedad, esa panorámica de 360º era una de las señas de identidad de Michael Ballhaus, el director de fotografía de Scorsese y Fassbinder, que hizo del movimiento de cámara su firma.
Un gran director de fotografía no se limita a iluminar la escena y enfocar a los actores. Propone el encuadre, cómo seguirá la cámara a los actores y el tono general de la película. Si el director confía en él, puede llevar buena parte de la autoría del filme. Ese fue el caso de Ballhaus. No le gustaban los planos fijos. “Si una película son imágenes en movimiento, la cámara se ha de mover”, era una de sus máximas. No por casualidad su primer maestro fue Max Ophüls, uno de los directores más elegantes planificando la escena.
Para comprobar la maestría de Ballhaus basta con repasar el largo plano secuencia cuando Ray Liota, en Uno de los
nuestros (1990), entra con su pareja por la puerta de servicio del Copacabana y la cámara le sigue a través de las cocinas y pasillos hasta el centro del local, donde les preparan la mesa (la escena se puede recuperar en YouTube).
“Empezamos a colaborar en los ochenta, en una etapa baja de mi carrera, y fue Michael quien me devolvió la emoción de hacer películas”, reconocía Scorsese. Algo muy cierto, puesto que después de su inicial Jo, qué noche (1985), Ballhaus iluminó algunos de los títulos más gloriosos del director americano, como La
edad de la inocencia (1993) o las
mencionadas Uno de los nuestros y Gangs of New York. Por esta última obtuvo su tercera nominación a los Oscar –las anteriores fueron por Al filo de la noticia (1997) y Los fabulosos Baker Boys (1989)–. Sin embargo, la Academia de Hollywood siempre se olvidó de él, como también había hecho con Scorsese durante muchos años. El director sí logró la estatuilla por fin con Infiltrados (2006), cuya fotografía, por cierto, también era obra de Ballhaus.
Lo más curioso de su colaboración fue que Ballhaus era especialmente sensible al tema de la violencia y no le gustaban las escenas muy duras y explícitas. A pesar de ello, asumió el reto con profesionalidad.
Con más de un centenar de títulos, Ballhaus colaboró también con muchos otros de los grandes de Hollywood. De hecho, resulta casi imposible no haber visto alguno de sus trabajos, desde el Drácula (1992) de Coppola o
Wild, wild west (1999), con Will Smith, a vídeos de Madonna, como las canciones Papa don’t
preach y True blue.
Una prueba de su talento la ejemplifica Paul Newman, al que conoció en el rodaje de El color
del dinero. Se quedó tan asombrado que en cuanto acabaron el rodaje, Newman le pidió que fotografiara la que sería su última película como director, El zoo de
cristal (1987). El gran forjador de la carrera de Ballhaus fue Rainer W. Fassbinder, con el que colaboró en casi todas sus películas hasta la muerte del director alemán, en 1982. El propio Ballhaus reconoció que la idea original del travelling circular fue de Fassbinder. Se vio por primera vez en la película Martha (1971). “Mi sugerencia fue hacer un traveling de 180 grados, pero Fassbinder quería una toma panorámica. No era un prodigio técnico, pusimos una vía circular sobre la que giraba la cámara”, recordaba el año pasado en la revista Cineuropa, cuando recogió un Oso de Oro honorífico en el festival de Berlín.
Puso lirismo en la violencia de Scorsese y efectividad en el movimiento de cámara, convirtiéndola en un elemento más para crear emociones. No es poco para uno de aquellos profesionales que rara vez brillan en los anales del cine. Ballhaus murió el pasado martes, a los 81 años, en su Berlín natal.
“Michael me devolvió la emoción de hacer películas”, admitió Scorsese del que fue su mano derecha