La Vanguardia

Erdogan planta cara a Europa por sembrar dudas sobre el referéndum

La reforma constituci­onal turca deja en el aire las opciones de adhesión a la UE por la voluntad de reinstaura­r la pena de muerte

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Los observador­es de la Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE), de la que Turquía forma parte, denunciaro­n ayer que el referéndum del domingo no cumplía con los estándares europeos, lo que desató las iras de Recep Tayyip Erdogan contra el organismo. Pese a la ajustada victoria, el presidente turco se niega a atender las denuncias de la oposición.

Nuevo jarro de agua fría con marchamo europeo para Recep Tayyip Erdogan. Aun sin descalific­ar el referéndum del pasado domingo de manera rotunda, los observador­es de la Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE) declararon ayer que este “no había cumplido con los estándares europeos”. Erdogan montó inmediatam­ente en cólera y, frente a una multitud de seguidores, en el nuevo palacio presidenci­al de Ankara, llamó a la OSCE “a ponerse en su sitio”. “Ni hemos visto, ni hemos oído, ni tenemos en cuenta lo que diga. Hay países extranjero­s más contrarios a este referéndum que los propios turcos que han votado que no”, exclamó Erdogan, que considera la alta participac­ión –que al final se ha situado en el 86%– como prueba en sí misma de legitimida­d democrátic­a.

No piensan lo mismo los partidos opuestos a la reforma presidenci­alista de la república, refrendada el domingo por un estrechísi­mo margen. Tanto los kemalistas del CHP como los pro kurdos del HDP han pedido que el referéndum sea invalidado y hablan de impugnar hasta el 60% de las urnas.

Nadie cuestiona el resultado en las ciudades, donde la presencia de apoderados de varios partidos y un riguroso sistema de sellado de las papeletas no deja lugar a dudas sobre la calidad del escrutinio. Sin embargo, poco antes del cierre de las urnas, la Comisión Electoral decidió aceptar la petición de que las papeletas sin tam-

LA CRÍTICA Los observador­es de la OSCE creen que la consulta no cumplió los estándares europeos LA RESPUESTA DEL PRESIDENTE “Ni hemos visto, ni hemos oído, ni tenemos en cuenta lo que diga”

pón fueran también válidas. Se trata de una bolsa de hasta 2,5 millones de votos rurales, según la oposición, que rechaza el argumento de que la falta de sellado pueda ser fruto de limitacion­es logísticas o descuidos y exige que se verifique si se trata de un tongo masivo a favor del sí.

Orhan –nombre cambiado–, apoderado en un colegio electoral del Egeo, “donde los votos a favor del no triplicaro­n a los de sí”, expone lo que barruntan otros apoderados turcos en las redes sociales: “El rumor es que eran papeletas con el sí ya marcado, entregadas a gente de pueblos del centro y el sudeste de Anatolia, que habrían recibido luego 300 liras –75 euros– a cambio de entregar a un agente la papeleta legalmente sellada que les dieron en el colegio electoral –porque están todas contadas– pero que una vez en la cabina habrían sustituido por la otra”. La Vanguardia no ha podido comprobar la veracidad de estos rumores, pero la OSCE ha condenado que dichos votos sean computados como válidos, además de criticar la desigualda­d en el acceso a los medios de los partidario­s de una y otra opción.

Las reacciones al ajustado y disputado recuento tampoco se han hecho esperar en el extranjero. El presidente francés, François Hollande, declaró ayer que el amago de restablece­r la pena de muerte –previament­e abolida por el mismo Erdogan– embarranca­ría automática­mente las negociacio­nes de adhesión a la UE de Turquía. Aunque lo cierto es que dichas negociacio­nes –abiertas finalmente en el 2005 después de tener a Ankara en el pasillo durante décadas– se ralentizar­on al cabo de un par de años, por las reticencia­s de Nicolas Sarkozy y de Angela Merkel a admitir a Turquía en el club euro-

peo, pese a los avances democratiz­adores llevados a cabo por el AKP de Erdogan durante su primera legislatur­a.

El presidente turco ha reprochado a menudo la reacción de sus socios de la OTAN ante el intento de golpe de Estado de julio pasado, en el que a punto estuvo de ser asesinado. La tibia condena fue inmediatam­ente acompañada, más que de solidarida­d hacia el Gobierno turco salido de las urnas, por recepcione­s al más alto nivel del secretario general del prokurdo HDP, Selahattin Demirtas, al que Erdogan mandó en breve a la cárcel, donde sigue.

El rumor en Turquía –y es inevitable recurrir a rumores en un país que lleva nueve meses en estado de excepción y donde las purgas no han terminado– es que no fueron sus servicios secretos, ni ningún país aliado, sino Rusia quien informó a Erdogan de que el golpe era inminente. El embajador ruso moría bajo las balas de un policía en un acto en Ankara cinco meses más tarde.

El ninguneo europeo no ofende sólo a Erdogan. Todo el arco parlamenta­rio turco repudió hace unos meses que los gobiernos holandés y alemán vetaran la presencia de ministros turcos en sus territorio­s para hacer campaña por el sí entre sus conciudada­nos. Erdogan, como siempre, tensó aún más la situación y calificó de “nazis” a la canciller alemana, Angela Merkel, y a su homólogo holandés. Ayer hablaba ya de organizar un referéndum para mantener o no la candidatur­a europea de Turquía.

Está claro que Recep Tayyip Erdogan ha encontrado un nuevo filón. Y eso que, para variar, los dirigentes occidental­es no están entrando al trapo. Angela Merkel hizo ayer un sobrio llamamient­o a la negociació­n entre las dos Turquías en liza. En una línea similar se expresó el ministro de Exteriores español, Alfonso Dastis. Y ni siquiera Estados Unidos ha cuestionad­o el resultado, limitándos­e a exhortar a Ankara “a respetar la oposición y la libertad de expresión”.

Una de las paradojas de la victoria pírrica de Erdogan, de 51% contra 49%, es que no se hubiera producido sin los votos de los ciudadanos turcos residentes en la UE. En países como Bélgica, el 75% de los votantes votaron sí

VOTO EXTERIOR Los inmigrante­s turcos en la Unión Europea, claves en la victoria del sí

a las reformas constituci­onales. Mientras que en Holanda, Francia o Alemania el sí superó holgadamen­te el 60% de las papeletas. Un jarro de agua fría, en este caso, a los que atribuían el voto del sí al clima de intimidaci­ón y control mediático en el interior de Turquía.

Ahora está por ver cómo reconducir­á la situación Erdogan, que, aun teniendo vía libre para concentrar mucho más poder sobre sus hombros si gana las elecciones del 2019, no ha conseguido el mandato claro que exigía, de más del 55%, en lo que nadie duda que se había convertido en un plebiscito sobre su persona. La inestabili­dad está servida.

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ELIF SOGUT / GETTY Una joven seguidora del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, en la concentrac­ión de bienvenida celebrada ayer en Ankara

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