Polémica por el riesgo de correr sin control médico
El aviso de un cardiólogo sobre el riesgo de correr sin control cuestiona prácticas al límite
Según el Anuario de estadísticas deportivas del 2016 –publicado por el Consejo Superior de Deportes–, correr es el segundo deporte más practicado por quienes semanalmente hacen alguna actividad física. Por delante, sólo la gimnasia; por detrás, el ciclismo y la natación. En el 2010, la carrera a pie ocupaba el quinto puesto entre los deportes más practicados por los españoles. Tampoco hace falta recurrir a las estadísticas para darse cuenta del auge del running, con la cantidad de gente que se ve correr por las calles y por el número –unas 3.500– de carreras populares que se celebran cada año en España.
En este contexto, el pasado 5 de abril, Josep Brugada, cardiólogo del hospital Clínic y del hospital de Sant Joan de Déu de Barcelona y especialista en el estudio de la muerte súbita, hizo unas declaraciones (véase el recuadro) –antes de inaugurar el III congreso de Estudiantes de Medicina de la Universidad de Oviedo– en las que alertaba del elevado número de muertes que la moda del running estaba provocando.
Las declaraciones del doctor Brugada hicieron que Miquel Pucurull, veterano corredor de fondo, mandara una carta a La Vanguardia, porque consideró que las palabras de Brugada eran alarmistas y no contribuían a fomentar que la población hiciera deporte.
Según el Registro Nacional de Muerte Súbita en el Deporte, cada año se producen entre 150 y 200 muertes por esta causa entre deportistas de élite y aficionados. Seguramente son pocas, si se tiene en cuenta que la gente que practica deporte en España –como mínimo una vez a la semana– ha pasado del 37% en el 2010 al 47,6% en el 2016. Pero quizás son muchas si tenemos en cuenta que quienes practican alguna actividad física de forma regular son, en principio, personas que gozan de buena salud.
Para el doctor Brugada es evidente que se ha producido un notable incremento de los casos de muerte súbita entre los corredores –que él cuantifica en unos 100 cada año– no sólo entre los que participan en carreras, sino también entre los que corren sin más.
Por el contrario, para Miquel Pucurull las cifras de fallecidos en pruebas de fondo –que detalla en su carta– desmentirían al doctor. Además, recuerda que un estudio, en el 2012, de la Escuela de Medicina de Harvard, analizó carreras en las que participaron once millones de personas en Estados Unidos entre el 2000 y el 2010, y detectó que sólo uno de cada 111.000 hombres y una de cada 625.000 mujeres sufrieron un paro cardiaco.
Pero Brugada dice que en 15 años las condiciones y el perfil de las personas que corren por afición ha cambiado mucho. En su opinión, “antes la gente corría a otro ritmo, se lo tomaba con más calma, mientras que ahora corren para ganar o para rebajar sus tiempos, y se autoexigen hasta niveles que no todo el mundo puede soportar”.
Por otro lado, el cardiólogo cree que existen “auténticos drogadictos del deporte”, personas que convierten en un drama si un médico les dice que no pueden salir a correr. “Son personas que han hecho poco ejercicio a lo largo de su vida, y que cuando descubren el running se sienten bien, se plantean retos que van superando y no quieren oír nada más”. Además, son reacios a hacerse revisiones médicas “por pánico a que el médico les diga que no pueden correr, y a los 50 años empiezan a tener problemas de arritmia y no entienden por qué, pues hacen deporte y deberían estar sanos”, dice Josep Brugada.
Y es que no es sólo un problema de forma física, sino que “el deporte de resistencia provoca problemas severos de salud en gente que tiene determinados condicionantes genéticos y que pueden desembocar en una muerte súbita si llevan su corazón al límite”, dice Brugada. El problema, concretamente, se llama miocardia hipertrófica, “que se distingue muy sutilmente de un corazón de atleta”, explica el doctor Brugada. “En ambos casos, se observa un corazón hinchado, pero mientras que en un caso es gracias al ejercicio, en el otro es un problema genético. Cuando lo detectamos, le pedimos al paciente que deje de practicar deporte durante tres meses. Si pasado este tiempo el corazón sigue igual, entonces es mio-
cardia hipertrófica, muy peligrosa si se lleva el corazón al límite”, dice Brugada.
Por su parte, la doctora María Sanz, cardióloga del grupo de cardiología deportiva del hospital Clínic, dice que “el deporte puede actuar como disparador en los casos en que haya un problema de corazón, no sólo en pacientes con determinada carga genética, sino también en aquellos con hipertensión o fumadores”. Sanz destaca que sí se ha detectado, en corredores con cargas altas –entre 8 y 10 horas semanales de esfuerzo de resisten- cia–, un pequeño aumento de los casos de fibrilación auricular.
Josep Brugada entiende, como le pasa a Miquel Pucurull, que esta es una situación muy complicada de explicar y hasta políticamente incorrecta, porque como dice Pucurull parece que se pretenda ir en contra de que la gente haga deporte, y nada más alejado de la realidad. “Es evidente que el deporte, bien hecho, es bueno para la salud y cardiosaludable”, explica Brugada. En este sentido, Miquel Pucurull recuerda que “el Departament de Salut de la Generalitat cifra en 3.000 las muertes anuales que causa el sedentarismo en Catalunya”.
El único problema de hacer deporte ocurre cuando no se toman las debidas precauciones, que en opinión de Brugada implica que “quienes piensen correr distancias largas se hagan cada año un electrocardiograma, un ecocardiograma y una prueba de esfuerzo. Si sólo se sale a trotar para estar en forma, se pueden hacer estas mismas pruebas cada dos años”.
La conclusión es que, para no correr riesgos, todo aquel que practique deporte de forma regular debería someterse a un completo examen cardiovascular. Además, en el caso de personas que hace tiempo que no se calzan las zapatillas de deporte, “la clave está en hacer una inclusión progresiva de la actividad física”, dice la doctora Sanz. “En estos casos –dice el doctor Brugada– tiene que ser el médico el que vaya prescribiendo un entrenamiento progresivo, que debería empezar en el gimnasio para hacer un trabajo cardiovascular progresivo”.
El doctor Brugada reabre el debate al hablar de un aumento de muertes súbitas