La paciencia estratégica

PLUTARCO, que era uno de los romanos más sabios, escribió hace dos mil años que la paciencia tiene más poder que la fuerza. No hablaba de oídas: fue un gran viajero y estudioso de la historia, que escribió Vidas paralelas, un libro donde exploró la influencia del carácter en las vidas y los destinos de una veintena de personajes, desde Alejandro Magno hasta Filipo de Macedonia. Plutarco descubrió que la paciencia era amiga del éxito, y la precipitación, la aliada de los fracasos. Barack Obama hablaba de la paciencia estratégica como una fórmula para tener controlados a determinados enemigos a los que les gustaría que EE.UU. cometiera el error de impacientarse, como era el caso de Corea del Norte. Sin embargo, el vicepresidente norteamericano Mike Pence visitó ayer la llamada zona desmilitarizada que separa a las dos Coreas para proclamar que la era de la paciencia estratégica se había agotado y que todas las opciones estaban encima de la mesa. Una manifestación preocupante, que matizó a continuación señalando la determinación de Washington y Seúl para solventar la situación con medios pacíficos y mediante negociaciones.

Ciertamente, Kim Jong Un ha seguido en los últimos días su escalada belicista no sólo verbal, sino también factual. Sin ir más lejos, el dictador norcoreano lanzó un misil en la costa del mar de Japón, coincidiendo con la llegada de Pence a Seúl, aunque su amenaza resultó fallida pues explotó al poco de elevarse. Sus últimas pruebas nucleares y las provocaciones contra Occidente han incomodado a China, que puede tener un papel relevante para rebajar la tensión, tras la entrevista entre Donald Trump y Xi Jinping en Florida.

Kim Jong Un mantiene una relación de alta fascinación y odio a la par con EE.UU. Le encantan Mickey Mouse, los Chicago Bulls y las Nike, entre otros símbolos norteamericanos. Curioso comunista, capaz de fantasear con la bomba atómica y con Winnie the Pooh.